Por Nacho Palou — 23 de octubre de 2017

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Según investigadores del instituto Max Planck y de la universidad Uppsala, en Suecia, el temor (que llega a convertirse en aversión o pánico) a las arañas o las serpientes es algo innato y no algo que se adquiere o aprende: “Hasta en los bebés se produce una reacción de estrés cuando se les muestra la imagen de una araña o de una serpiente. Y esto sucede ya a la edad de seis meses, cuando apenas se mueven y cuando todavía han tenido pocas oportunidades de aprender que estos animales pueden ser peligrosos”, explican.

Aunque según EurekAlert en la mayoría de los países industrializados —especialmente en Europa— no hay apenas arañas que sean peligrosas, en la mayoría de ellos hay mucha gente que tiembla sólo con pensar en una araña recorriendo su brazo, por muy inofensiva que sea.

Resulta curioso que sin embargo en los bebés ese temor innato no se produce con animales incluso más peligrosos (y más comunes en según que zonas), como los osos o los rinocerontes.

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Dilatación de las pupilas cuando los bebés ven la imagen de una serpiente o de una araña (en rojo) en lugar de la imagen de una flor o de un pez (en verde) del mismo tamaño y color de piel. Imagen: Max Planck Institute for Human Cognitive and Brain Sciences (MPI CBS)

“Asumimos que la razón de esta reacción particular al ver arañas y serpientes se debe a la coexistencia de estos animales potencialmente peligrosos con los seres humanos y sus ancestros desde hace más de 40 o 60 millones de años, desde mucho antes que con lo mamíferos peligrosos con los que convivimos en la actualidad. La reacción de temor que provocan las arañas y las serpientes desde la cuna puede tener que ver con su incorporación en el cerebro durante un largo tiempo evolutivo.”

Incluso objetos cotidianos más peligrosos en la práctica y en el día a día —como los cuchillos, las tijeras o los enchufes— suponen un riesgo real y más cercano que el de la arañas o las serpientes, “como cualquier progenitor sabe.” Sin embargo estos riesgos todavía no están interiorizados porque existen desde hace relativamente poco y “el cerebro no ha tenido tiempo a establecer una relación emocional hacia ellos desde el nacimiento.”

Fotografía: Raj Eiamworakul / Unsplash. Un paseo con el hombre araña en la Gran Muralla China, porque poner una foto de una araña era muy evidente... y pertubador.

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