Por @Alvy — 10 de octubre de 2012

La lección divulgativa de hoy es una de las mejores y más curiosas que he visto últimamente. Procede del excelente trabajo de Vsauce y describe la relación entre las fuerzas que ejerce la luz (o las sombras) en los objetos cotidianos, además de otras curiosidades sobre la velocidad de la luz como la radiación de Cherenkov o ciertas paradojas sobre la velocidad de información y la relatividad.

Los fotones que componen la luz tienen cierta energía con la que colisionan a veces con otras partículas subatómicas; por ende pueden ejercer una ligerísima presión sobre objetos de cualquier tamaño. Júntense millones y millones de fotones y sucederán cosas a escala macroscópica: es la razón por la que las colas de los cometas apuntan en sentido opuesto al Sol y por la que pueden impulsarse «velas solares» y otros objetos. Se ha calculado que una sonda enviada a Marte sufre una desviación de hasta 100 km en su trayectoria prevista dependiendo de cómo la afecte la luz emitida por el Sol.

A pesar de ser muy, muy pequeña, la fuerza que ejerce la luz puede medirse. Si algo interrumpe la luz, se forma una sombra, de modo que el objeto sobre el que habrían incidido esos fotones «pesa menos» de lo que pesaría si le diera la luz. En otras palabras: somos infinitesimalmente más gordos si nos pesamos en el baño con la luz encendida que con la luz apagada. Y en los días soleados, una ciudad como Chicago «pesaría» unos 140 kilos más que en un día nuboso.

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