Por @Alvy — 26 de septiembre de 2016

Great Big Story nos cuenta esta vez cómo a mediados de los años 60 se hablaba del Big Bang como una teoría bastante plausible en especial por los análisis y cálculos de Edwin Hubble (con datos de Henrietta Leavitt y otras muchas «calculadoras») y las ideas de Georges Lemaître.

Pero no fue hasta que se descubrió de forma accidental la radiación de fondo de microondas y se pudieron ajustar ciertos valores como la temperatura de la radiación de fondo o incluso la edad del universo. Wicho explicó la rocambolesca historia por aquí hace tiempo:

(…) Mientras trabajaban en la antena de Holmdel poniendo en marcha el receptor más sensible del radiotelescopio, Arno Penzias y Robert Wilson detectaron lo que en principio parecían unas interferencias cuyo origen no fueron capaces de detectar para poder eliminarlas, incluso después de limpiar a mierda de pájaro de la antena.

Tras montones de pruebas y hablar con otros astrofísicos quedó claro que lo que estaba detectando la antena de Holmdel era la radiación de fondo de microondas, los restos del Big Bang.

La mini-entrevista de Great Big Story cuenta con imágenes de la época y las palabras de los propios protagonistas acerca de cuáles creían que eran las interferencias que pensaban eran las causantes (la cercana ciudad de Nueva York, algún fenómeno astronómico, las palomas…) hasta que se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo: si existió el Big Bang su temperatura original sería altísima, pero con el paso del tiempo y la expansión del universo se habría ido enfriando. Y hoy en día esa radiación original serían ya simplemente microondas: ondas de radio. Eso era lo que estaba detectando la antena del radiotelescopio.

Esa misma radiación aparece como «ruido de fondo» en todas direcciones, con pequeñísimas variaciones. Algo que también concuerda con la idea de que no ocupamos ningún «lugar especial» en el universo en expansión. (¡Oh, desilusión!) Gracias a este descubrimiento Penzias y Wilson se hicieron con el premio Nobel en 1978, aunque en su gran humildad todavía se preguntan cómo el azar pudo llevarles a compartir título con Albert Einstein, por citar solo a uno de los agraciados con los mismos premios.

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