Por @Wicho — 5 de agosto de 2016

Estos días ha sido noticia una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que reconoce la incapacidad permanente total para ejercer su profesión a Ricardo de Francisco, un ingeniero de telecomunicaciones que, según la sentencia, sufre electrosensibilidad.

Vaya por delante que no dudo por ningún momento que el señor de Francisco en efecto sienta depresión, ansiedad, falta de concentración y otros síntomas similares que él relaciona con la presencia de ondas electromagnéticas en su lugar de trabajo.

De ondas electromagnéticas muy concretas, por cierto, ya que la luz también lo es, igual que lo son las señales de radio o televisión, y con esas no parece tener problemas.

Pero vaya también por delante que no existe prueba alguna de que la electrosensibilidad exista. Lo que sufre el señor de Francisco es un problema psicosomático que quizás en efecto sea invalidante de cara a trabajar y que a él sin duda le supone una limitación.

La sentencia es tirando a descabellada, aunque eso tiene que ver con el proceso judicial que ha llevado a que el TSJM no se haya metido en si la electrosensibilidad existe o no sino en si los síntomas del señor de Francisco son incapacitantes.

Hay más información acerca del proceso legal y de lo que opina la ciencia en en Sanidad culpa a las ondas electromagnéticas de una enfermedad que no causan y Ondas electromagnéticas, médicos incompetentes y jueces que no se enteran.

Afortunadamente la sentencia se puede recurrir.

De todas formas lo peor de todo este asunto, al menos para mí, es cómo están tratándolo los medios de comunicación: se limitan a repetir lo que dice una sola de las partes, sin el más mínimo atisbo de crítica y sin entrar en el matiz de que se trata de una sentencia administrativa que no se mete en el fondo científico de la cuestión.

Como ejemplo, las piezas del vídeo con el que empieza esta anotación, que fueron emitidas en los informativos de La 1 de RTVE el día 2 de agosto de 2016. En ninguna de ellas se cuestiona la existencia o no de la electrosensibilidad; se quedan sólo con la versión de una de las partes y la definen como un síndrome neurológico.

Y por si eso fuera poco, aprovechan para hacer una especie de publirreportaje de varios hoteles, entre ellos uno con una habitación «libre de radiaciones electromagnéticas». Los materiales que hay en su interior, por supuesto, son orgánicos, y no hay nada de metal –no sé muy bien qué importancia tiene esto– aunque juraría que al menos las pantallas de las lámparas y el radiador sí son metálicos.

La wifi es eco–desconectable, sea esto lo que sea, y las paredes están cubiertas de una pintura especial en las paredes que absorbe las radiaciones de wifis y telefonía móvil (o eso debe decir quien se la vendió), aunque cabe preguntarse qué pasa con las que entran por las ventanas.

Si los medios estuvieran haciendo bien su trabajo como poco deberían incluir en esas piezas la posición de la parte contraria, la que dice que no hay una sola prueba científica de la existencia de la electrosensibilidad o de la sensibilidad química múltiple más allá de un transtorno psicosomático.

La que dice que las personas con electrosensibilidad ven una antena de telefonía o un equipo emisor de wifi muestra síntomas aunque los equipos estén apagados y que cuando la antena no se ve, por mucho que esté emitiendo el paciente se siente perfectamente.

Luego cada uno de nosotros puede llegar a sus propias conclusiones, pero lo fundamental es estar bien informado para poder tomar decisiones y formarse una opinión en una sociedad como la nuestra que depende tanto de la ciencia y la tecnología.

Santiago Campillo lo clava en La electrosensibilidad y la irresponsabilidad de los Medios: «Radio Televisión Española al dar la noticia tan sumamente desinformante: le está provocando un perjuicio directo a la sociedad».

Claro que siempre está aquello de que «No dejes que la realidad te estropee una buena noticia»

(Gracias por las capturas, Maqui).

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