Por @Wicho — 3 de diciembre de 2015

Uno de los principales problemas de la enfermedad de Alzheimer es que aunque conocemos demasiado bien sus consecuencias no tenemos ni idea de su origen, con lo que dar con tratamientos efectivos para ella, y no digamos ya curarla, ha sido hasta ahora un ejercicio en frustración.

Pero un trabajo de un equipo de investigadores del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa publicado en Scientific Reports de Nature titulado Different Brain Regions are Infected with Fungi in Alzheimer’s Disease puede abrir una interesantísima vía de investigación.

Básicamente lo que dice el trabajo es que han encontrado infecciones por hongos en los cerebros de 14 pacientes con Alzheimer que han estudiado, infecciones que no están presentes en los cerebros de diez personas que no lo sufrían que han usado como control.

Se trata de hongos microscópicos, bien unicelulares o que forman filamentos, hongos muy comunes como por ejemplo Sacharomyces cerevisae, que se usa para hacer vino, cerveza, pan, etc, y también se encuentran hongos del género Candida, que causan infecciones comunes en humanos; la lista completa está en Fungal species present in frozen CNS samples from AD patients detected by PCR..

Es pronto –y los casos estudiados son muy pocos– para poder afirmar que esas infecciones son las que han causado el Alzheimer o para poder descartar que sea el Alzheimer el que facilita que estos pacientes las sufran, aunque según cuentan los autores los síntomas que se observan en un cerebro con Alzheimer y su evolución se explican perfectamente asumiendo que son los hongos los causantes.

De hecho el estudio menciona los casos de dos pacientes de Alzheimer que tras ser tratados con fungicidas vieron como sus síntomas remitían, lo que llevó a considerar que habían sido mal diagnosticados.

Insisto, aún queda mucho por estudiar, pero citando a los autores, «la posibilidad de que la enfermedad de Alzheimer sea una enfermedad causada por hongos, o de que una infección por hongos sea un factor de riesgo para la enfermedad, abre nuevas perspectivas para terapias efectivas para esos pacientes.»

(Vía Xurxo Mariño, quien también me ha echado una mano con la redacción de esta anotación).

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