Por @Wicho — 15 de junio de 2016

Impresión artística de los agujeros negros
Impresión artística de los agujeros negros cuya fusión produjo esta segunda señal

Los científicos que trabajan en el detector LIGO, junto con sus colegas del detector Virgo, han anunciado que el pasado 26 de diciembre de 2015 observaron un segundo «paquete» de ondas gravitacionales bautizado como GW151226, tal y como se puede leer en LIGO detects second black-hole merger.

En este caso fueron producidas por dos agujeros negros de 14 y 8 veces la masa del Sol que tras sabe cuanto tiempo girando uno alrededor del otro finalmente se fusionaron en un solo agujero negro en rotación con 21 veces la masa del Sol. Simplificando mucho las cosas la masa que falta es la que se convirtió, parcialmente, en las ondas gravitacionales detectadas por Ligo, que funciona como una especie de sismógrafo espacial.

Estos dos agujeros negros estban a unos 1400 millones de años luz de la Tierra, con lo que su fusión ocurrió hace 1400 millones de años, ya que las ondas gravitacionales viajan a la velocidad de la luz.

Además de la detección de diciembre los científicos también mencionaron otra señal detectada el 12 de octubre, señal que no se atreven a asegurar que haya sido producida por ondas gravitacionales aunque eso es lo más probable.

Esta nueva detección confirmada es muy importante porque indica que no es que en septiembre de 2015 hayamos tenido la inmensa fortuna de pillar la fusión de dos agujeros negros de casualidad sino más bien que es un fenómeno que se produce con cierta frecuencia, que es algo que no teníamos claro del todo; si le añadimos la posible detección de octubre, esta certeza aumenta.

Por otra parte aún se están analizando los datos recogidos por LIGO, aunque lo propio sería decir aLIGO, porque el instrumento actual es una versión avanzada de LIGO, que estuvo en funcionamiento de 2002 a 2010 sin detectar nada, con lo que es posible que aún aparezcan nuevas señales.

Ahora mismo aLIGO está parado mientras lo someten a ajustes para hacerlo aún más preciso, y se espera que a finales de 2016 vuelva a estar en funcionamiento, en esta ocasión junto con la versión mejorada de Virgo, lo que no sólo permitirá obtener mejores resultados en cuanto a las observaciones sino que además permitirá hacer mejores estimaciones de dónde está el origen de las señales detectadas.

«Precisión» de Ligo
«Precisión» de Ligo

LIGO (aLIGO) por sí mismo no puede determinarlo muy bien, a pesar de que está formado por dos observatorios separados 3002 kilómetros, ya que observan todo el cielo a la vez; si se le añade un nuevo detector a miles de kilómetros la precisión aumentará ya que la señal llegará a este con un cierto desfase, lo que permitirá afinar más su origen. Para la década de 2020 se espera que además de los dos detectores aLIGO y de Virgo estén en servicio otros similares situados en la India y en Japón, con lo que podremos mejorar aún más la estimación del origen de la señales al recibirlas en cinco sitios.

Por cierto que en el campo de las ondas gravitacionales viene al caso recordar que hace poco la Agencia Espacial Europea hacía públicos los primeros datos de la misión Lisa Pathfinder, que tiene como objetivo probar las tecnologías necesarias para construir un observatorio espacial de ondas gravitacionales, resultados que indican que todo parece listo para comenzar con su construcción.

El haber podido comprobar que las ondas gravitacionales existen nos permite ver –aunque en este caso sería mejor decir oír– el universo de una nueva forma; es como si de repente descubrieras una habilidad nueva en alguien con quien llevas conviviendo toda la vida, aunque en este caso Einstein ya había predicho la existencia de las ondas gravitacionales hace más de un siglo.

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