La historia de la astrónoma Henrietta S. Leavitt (1868-1921) es realmente curiosa e interesante. La descubrí en dos referencias casi simultáneas hace unos meses: primero en el libro Una breve historia de casi todo de Bill Bryson y posteriormente en el vídeo de una conferencia de Alan Lightman titulada The Discoveries: The Great Breakthroughs in 20th-Century Science acerca de su libro del mismo título, que me regaló mi madre el otro día. Tanto a Nacho como a mi nos impactó mucho su historia al leerla. Además, a mi madre, fiel lectora de este blog, le encantan los relatos de mujeres con papeles interesantes en la Historia. De modo que sirva esta anotación a modo de pequeño homenaje a esta «notable mujer del campo de la física», como la han denominado en los libros.
La astrónoma «calculadora»
Henrietta Swan Leavitt nació en Massachusetts, Estados Unidos, en 1868. Se graduó en lo que ahora es el Radcliffe College a los 24 años y comenzó a trabajar como voluntaria al año siguiente en el Observatorio del Harvard College. Allí un grupo de mujeres, llamadas literalmente «calculadoras» (computers) realizaban tareas relativamente mecánicas, como examinar meticulosamente placas fotográficas o hacer tediosos cálculos (de ahí su denominación).
Dada la época, este trabajo de astronomía era poco reconocido y valorado, y generalmente eran los supervisores quienes se llevaban todo el mérito. En este caso, el trabajo de Leavitt quedó literalmente eclipsado al ser atribuido a sus superiores, Edward Pickering y especialmente Edwin Hubble, que según cuentan sus biógrafos de trabajador en equipo y de humilde tenía precisamente más bien poco.
Los grandes descubrimientos científicos a veces tienen orígenes en el análisis detallado de datos aburridos y repetitivos, y en el caso de Henrietta Leavitt ciertamente que así fue. En el estudio de todas las placas fotográficas que analizaba, observó cierto patrón en el comportamiento de un tipo de estrellas variables llamadas cefeidas.
Leavitt publicó en 1908 un trabajo original en el que explicaba que según sus datos esas estrellas palpitaban con un ritmo regular y tenían una mayor luminosidad intrínseca cuanto más largo era su periodo, lo cual parecía suceder de una forma bastante predecible. Se titulaba Periodos de 25 estrellas variables en la pequeña nube magallánica. Tenía apenas tres páginas e iba firmado por Pickering, aunque empezaba con la nota «este trabajo ha sido preparado por la Sta. Leavitt».
Un año después se calculó la distancia a algunas cefeidas conocidas por otros métodos (como el de triangulación) y se pudieron de forma realmente ingeniosa determinar poco a poco muchas más distancias relativas y absolutas entre unas y otras estrellas gracias a los patrones descubiertos por Leavitt. En 1912 se confirmaron todos esos datos. Existía por fin una forma de medir de forma bastante precisa la distancia entre estrellas muy lejanas. De hecho, en 1918 se calculó el tamaño de la Vía Láctea empleando estos sistemas.
Edwin Hubble combinó las ideas del trabajo de Leavitt con otros datos astronómicos como los del corrimiento al rojo, también descubiertos por otros científicos (aunque se le suelen atribuir a él) y de ese modo pudo asombrar al mundo en 1923 revelando que una mancha borrosa observada en la constelación de Andrómeda era una enorme galaxia de 100.000 años luz de diámetro y millones de estrellas (ahora conocida como M-31) situada a unos 900.000 años luz de la Tierra.
Un año después Hubble pudo afirmar que el universo estaba formado no solo por nuestra galaxia, la Vía Láctea, sino por muchas otras galaxias lejanas. A esto siguieron otros trabajos que indicaban que el universo estaba en expansión y también una primera aproximación a su tamaño.
Todo ello, basado en buena parte en las fórmulas de Leavitt.
Incluso hoy en día, esos datos, patrones y formulas relativas a las cefeidas se siguen usando para estudiar las distancias relativas entre las estrellas y otros objetos estelares.
Una historia desconocida
La historia de Henrietta Leavitt es ciertamente desconocida para el gran público. No figura en muchos libros, ni es conocida a pesar de haber sido una mujer que hizo descubrimientos importantes en un mundo de astrónomos, tradicionalmente «sólo de hombres».
Tal y como cuenta Alan Lightman en The Discoveries: The Great Breakthroughs in 20th-Century Science (se puede ver en YouTube, a partir del minuto 31:00 a 47:00, altamente recomendable), Leavitt no recibió grandes reconocimientos en su día, ni ninguna medalla, ni premio. Pasó a la historia sin que quedaran tras de ella demasiados documentos sobre su vida, buena parte de la cual sigue siendo un misterio.
En el Observatorio del Harvard College donde comenzó a trabajar para el astrónomo Edward Charles Pickering, muchas mujeres como ella realizaron trabajos de «calculadoras», en parte por vocación, en parte por afición, por lo que ahora equivaldría unos ocho euros la hora. Literalmente, se las pagaba por trabajar, no por pensar.
Por suerte para la historia de la Ciencia, Leavitt tenía algo de da propia y no cumplió esa norma.
Datos tan relevantes como el tamaño de nuestra galaxia, la distancia a estrellas lejanas o el tamaño del universo están todos ellos basados en los trabajos, observaciones y descubrimientos de Henrietta Leavitt en los albores del siglo XX.
Durante toda su vida, el título profesional de Leavitt fue simplemente el de «ayudante» (assistant) y ella misma nunca pidió que la llamaran de otra forma. Padeció sordera al poco de comenzar su trabajo en el observatorio, que se acentuaría con los años, de modo que el silencio la acompañaría el resto de su vida. Murió de cáncer en 1921, a los 53 años. Tal y como cuenta Lightman, poco antes había dejado un testamento legando todos sus bienes y posesiones a su madre. Esta es la lista completa:
- Una librería y libros, 5 dólares
- Atril, 1 dólar
- Mesa, 5 dólares
- Silla, 2 dólares
- Alfombra, 4 dólares
- Mesa de trabajo, 5 dólares
- Cama con cabecero, 15 dólares
- Dos colchones, 10 dólares
- Un bono por valor de 100 dólares, otro por 96,33 dólares, dos de 50 y otro de 48,56 (Total: 344,89 dólares)
A modo de ilustración de cuán poco conocida era, incluso en los círculos especializados, en un par de libros relatan que en 1925, cuatro años después de su muerte, un académico sueco escribió una carta a Henrietta Leavitt. Su intención era proponerla para ser nominada al Premio Nobel por sus trabajos sobre las estrellas variables y los cálculos de las distancias estelaras. Por desgracia, los premios Nobel no pueden ser entregados a título póstumo.
Hoy en día, a modo de homenaje, el Asteroide Leavitt 5383 y el Cráter Leavitt en la Luna deben su nombre a Henrietta Swan Leavitt, la «calculadora» y astrónoma ingeniosa.
{Foto: Henrietta Leavitt, circa 1898 (DP) Wikimedia. Esta anotación con la mini-biografía de Henrietta Leavitt queda licenciada bajo GFDL, a petición de un lector que la consideró interesante como para añadirla a lo que ya hay en la Wikipedia en español sobre Henrietta Leavitt.}