Por @Wicho — 2 de abril de 2018

Hola, Ícaro

Por lo general la ciencia exige trabajar muy duro para obtener resultados. Pero a veces se dan casualidades que llevan a descubrimientos inesperados.

En 2016 un grupo de científicos estaban usando el telescopio espacial Hubble para observar la supernova SN Refsdal, que tiene como característica principal que sólo es visible gracias a que hay una lente gravitacional entre ella y nosotros. Estas lentes gravitacionales son grandes condensaciones de masa, como por ejemplo una galaxia, que curvan la trayectoria de la luz de objetos que están detrás de ellas y la enfocan hacia nosotros, un poco como si estuviéramos usando una lupa.

Pero resulta que en aquellas imágenes observaron la presencia de un punto de luz nuevo que resultó ser lo que ahora conocemos con el bonito nombre de MACS J1149+2223 Estrella Lentificada 1 o, casi mejor, Ícaro, aunque es un nombre no oficial. Ícaro está ni más ni menos que a unos 9.000 millones de años luz de nosotros, unas 100 veces más lejos que la estrella más lejana que habíamos sido capaces de estudiar hasta ahora. Esto la convierte en la estrella más lejana jamás observada.

La podemos ver porque resulta que hay un cúmulo de galaxias, llamado MACS J1149+2223, situado a unos 5.000 millones de años luz de la Tierra, entre ella y nosotros, que hace de lente gravitacional. Y porque además hemos tenido la suerte de que dentro de ese cúmulo hay algún objeto más que también está entre Ícaro y nosotros y que actúa como una segunda lente y aumenta el efecto. Así, la luz que viene desde Ícaro, que salió de allí hace unos 9.000 millones de años –la Tierra tiene la mitad de esa edad aproximadamente– se ve amplificada unas 2.000 veces, que es lo que nos permite verla. No la habíamos visto antes en imágenes anteriores de MACS J1149+2223 porque o bien el objeto que da el empujón extra a su luz no estaba en la posición adecuada o bien había otro por en medio que la tapaba.

Es, salvando todas las distancias, como si apuntas un telescopio a una estrella, pones la cámara de un móvil en el ocular de éste, y amplías la imagen que aparece en la pantalla. Aquí el telescopio y el móvil harían las funciones de MACS J1149+2223 y del objeto extra que aumenta aún más la luz de Ícaro.

Los científicos que han estudiado su luz creen que Ícaro puede ser una estrella supergigante azul Clase B, un tipo de estrella mucho más grande, masiva, caliente y probablemente miles de veces más brillante que el Sol. Aunque nuevas imágenes tomadas de ella sugieren que en realidad podría ser un sistema binario, así que habrá que seguir mirando.

Ícaro resulta interesantísima para los astrónomos porque nos permite echar un ojo a una estrella creada cuando el universo tenía unos 4.400 millones de años, más o menos un tercio de su edad actual, lo que es todo un viaje al pasado.

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