Por @Wicho — 9 de junio de 2017

Impresión artística de KELT-9 y KELT-9b

Entre mayo y junio de 2016 un grupo de astrónomos detectó una fluctuación de aproximadamente un 0,5 por ciento en la luz que nos llega de la estrella KELT-9 usando el telescopio KELT-Norte. Esta disminución, que se repetía cada día y medio, indicaba la presencia de un planeta alrededor de esa estrella en el que el «año» dura 36 horas.

Los datos indicaban también que KELT-9b, que es el nombre que ha recibido finalmente este planeta extrasolar, tiene tres veces el tamaño de Júpiter pero sólo dos veces su masa.

Además, por la distancia a la que está de su estrella la temperatura en el lado que está permanentemente mirando hacia ella –está en acoplamiento de marea– debe andar por los 4.400 ºC, lo que lo convierte en el planeta gaseoso gigante más caliente que hayamos encontrado. De hecho es más caliente que las estrellas de clase M y que algunas de las de clase K. Esta elevada temperatura, creen los astrónomos que lo han descubierto, tiene mucho que ver con su tamaño, ya que estiman que habrá hecho que su atmósfera se expanda.

Y por si esto fuera poco la órbita de KELT-9b es perpendicular al eje de giro de su estrella.

Por si a estas alturas el planeta no nos pareciera ya lo suficientemente raro los descubridores de KELT-9b creen que es posible que tenga una cola similar a la de un cometa causada por la gran dosis de radiación que recibe de su estrella, que literalmente le arranca materia. Futuras observaciones con el Hubble y con el James Webb podrían ayudar a determinar si esta cola existe o no.

Independientemente de si existe esa cola o no queda la duda de si el planeta se consumirá antes de que KELT-9 lo engulla en unos pocos cientos de millones de años –es una estrella clase A de vida corta en términos cósmicos– o no, ya que con toda seguridad está perdiendo material cada segundo.

De hecho la proximidad a KELT-9 hace que en el lado «día» de KELT-9b sea imposible se formen moléculas como agua, dióxido de carbono o y metano porque está achicharrado por la radiación ultravioleta que recibe; en el lado oscuro quizás puedan formarse pero es probable que duren poco.

Lo decimos siempre: apenas llevamos 25 años siendo capaces de «ver» planetas más allá de nuestro sistema solar y no dejamos de sorprendernos con su variedad.

De hecho todo parece indicar que vivimos en un barrio más bien aburrido del universo.

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