Por @Wicho — 30 de noviembre de 2022

Traza dejada por el BlueWalker 3 en el cielo nocturno al pasar sobre el observatorio de Kitt Peak, que se ve en primer plano contra un cielo en el que destaca la Vía láctea
Una pasada del BlueWalker 3 sobre el observatorio de Kitt Peak – KPNO/NOIRLab/IAU/SKAO/NSF/AURA/R. Sparks

Tal y como era de suponer debido a su antena de 64 metros cuadrados el satélite BlueWalker 3 de AST SpaceMobile, que tiene como objetivo ofrecer cobertura de telefonía móvil desde el espacio, brilla más que casi cualquier estrella. Y eso es un problema para las observaciones astronómicas en luz visible. Pero además, como emite señales de radio en las bandas de telefonía móvil, también lo es para la radioastronomía.

Es un fenómeno similar al que sucede con los satélites Starlink de SpaceX. E igual que el que permite ver la Estación Espacial Internacional (EEI) cuando el Sol incide en sus paneles solares en el ángulo adecuado.

Pero sólo hay una EEI mientras que las previsiones son de que AST SpaceMobile lance cientos de satélites aún más grandes que BlueWalker 3; igual que Starlink tiene ya en órbita más de 3.000 satélites, cifra que no para de crecer. Y tampoco es la de SpaceX la única constelación de satélites con el potencial de interferir en las observaciones astronómicas que se está lanzando o que se empezará a lanzar en breve.

Por eso es importante que las empresas –y gobiernos– que van a lanzar estas constelaciones busquen la forma de minimizar su impacto sobre el cielo nocturno, tanto por la cencia como por quienes de vez en cuando gustamos de salir a mirarlo por el mero placer de hacerlo.

Y todo eso sin negar el enorme beneficio que supone llevar el acceso a Internet y la telefonía móvil a lugares remotos en los que apenas llegan o en los que, simplemente, no están.

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