Por @Alvy — 12 de abril de 2012

Dna-Caroline

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Hace poco una compañía llamada Ion Torrent anunció un nuevo avance en chips para secuenciar el ADN. Mediante el uso de una tecnología de secuenciación alternativa la compañía espera poder fabricar máquinas capaces de analizar el ADN de una persona varias veces más rápido que hasta ahora, por un precio cientos o miles de veces inferior.

De ser capaces de cumplir con este objetivo, estarían haciendo buenas las predicciones de hace años acerca de que los análisis genéticos personalizados serían cada vez más baratos y accesibles. Por barato se puede entender una secuenciación completa del ADN que cueste unos pocos cientos de euros; por accesible, que se pueda encargar en la farmacia o a través de correo o mensajería.

Comparativamente, por situarnos un poco, una máquina para secuenciar el ADN cuesta unos 20.000 euros hoy en día –más o menos como un PC profesional de producción de vídeo full equip– y los análisis requieren varias semanas (aunque si son urgentes, bastan unos pocos días). La primera secuenciación completa de un genoma humano, llevada a cabo como un megaproyecto, costó más de 2.500 millones de dólares y requirió años. Hoy en día la empresa Complete Genomics ofrece lecturas de genomas completos a 5.000 dólares.

En la actualidad, son también muchas las empresas que ofrecen análisis parciales por unos pocos cientos de euros. Por un lado están las que comprueban mediante ADN la paternidad o parentesco y que son tan populares como útiles y precisas. Por otro, las que utilizan la secuenciación del ADN para detectar si la persona tiene riesgo o predisposición a padecer ciertas enfermedades. Hoy en día puede que esos análisis sean relativamente caros respecto a la ventaja que supone contar con esa información, pero en el futuro podrían ser tan baratos como tomarse la tensión, hacerse una prueba de azúcar o determinar el grupo sanguíneo.

Pero, como todo avance, estos nuevos inventos no están exentos de polémicas y controversias. ¿Hasta dónde llegarán en cuanto a bajadas de precio? ¿Y qué implicaciones podría tener que sean tan baratos como comprar un test de embarazo en la farmacia?

Por un lado los científicos cuestionan que la calidad y precisión de estos análisis baratos sea óptima. Al parecer el problema es que los nuevos métodos como el de Ion Torrent no analizan con una precisión del cien por cien el genoma, sino con factores del estilo 99,95 o 99,97 por ciento. Aunque esto pueda parecer mucho, teniendo en cuenta los millones y millones de bases que se analizan el resultado es estadísticamente «pobre», según los expertos.

Por otro lado, ¿para qué sirven estos análisis realmente? Pese a lo que se cree en la cultura popular, no son formas de detectar enfermedades ya desarrolladas, puesto que para eso se emplean otras técnicas. El genoma de las personas no cambia con el paso del tiempo; es el mismo desde que nacemos. Lo que indican los genes es nuestra predisposición a padecer ciertas enfermedades en el futuro, dentro de un contexto estadístico: poseer ciertos genes no implica padecer esas enfermedades con certeza (por ejemplo, Alzheimer). Sin embargo, muchas veces parece que este tipo de análisis se «vendieran» publicitariamente como capaces de detectar o hacer algo para lo que realmente no están concebidos.

En cuanto a sus posibles aplicaciones, también está la controversia sobre si realmente pueden servir para diseñar «medicamentos personalizados» para cada paciente, y a qué coste. Esa es una de las más claras apuestas de quienes confían en la utilidad de la secuenciación completa del genoma para atacar enfermedades, pero tampoco parece haber un consenso médico al respecto. A medida que los análisis sean más baratos y accesibles, quizá aumente la posibilidad de desarrollar más medicamentos «huérfanos» (que es como se denominan los que atacan a las enfermedades «raras»)… pero tal vez se haga, tal vez no.

Otro de los terrenos donde la controversia relativa al ADN está moviéndose a medida que se producen avances técnicos es el legal: la llamada discriminación genética. Supongamos que estos análisis fueran tan baratos que en cada entrevista de trabajo o al ir a contratar un seguro se pudiera hacer una prueba. ¿Sería lícito usar esa información para discriminar a unos candidatos respecto a otros? De momento las normas que se han publicado al respecto aplican la idea de que aunque seamos genéticamente distintas, todas las personas tenemos el derecho a ser consideradas iguales.

El último asunto relativo al ADN son las opciones «extra» un tanto pintorescas que venden algunas compañías respecto al análisis de los «ancestros genéticos»: a qué grupos genéticos está unida cada persona a lo largo de la historia, dependiendo de su etnia y procedencia. Se anuncian remontándose hasta más de 10.000 años, aunque estaría por ver su verdadera precisión y –sobre todo– utilidad: al final resulta que, si nos remontamos lo suficiente, todo acabamos descendiendo de más o menos los mismos antepasados, entre ellos algunos «famosos» como Genghis Khan, cuya descendencia parece ser que fue numerosa y se expandió por todo el planeta.

{Foto: DNA (CC) Caroline Davis @ Flickr}

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