Por @Wicho — 30 de diciembre de 2009

A pesar de todos los avances tecnológicos que nos permiten construir telescopios cada vez más grandes y/o efectivos, en especial gracias a las ópticas adaptativas y las ópticas activas, hay un enemigo contra el que los astrónomos poco pueden hacer, la atmósfera de nuestro planeta.

Una forma de paliar sus efectos es construir telescopios en sitios altos y con buen clima para las observaciones astronómicas (lo cual usualmente quiere decir seco), como por ejemplo el Observatorio Austral Europeo, situado en el desierto de Atacama en Chile, el lugar más árido del planeta, o el PLATeau Observatory, un observatorio automatizado situado en la planicie antártica, donde el extremo frío reinante hace que apenas haya vapor de agua en el aire.

Es cierto que además en los últimos años las ópticas adaptativas han supuesto un enorme avance a la hora de luchar contra las distorsiones inducidas por la atmósfera, ya que, resumiendo, lo que hacen es medir estas en tiempo real y aplicar las correcciones oportunas, y han permitido obtener resultados espectaculares con telescopios terrestres.

Pero por mucho que avance la técnica la atmósfera terrestre es muy eficaz a la hora de absorber ciertas radiaciones, para bien de nuestra salud, como por ejemplo la infrarroja, con lo que simplemente hay observaciones que no se pueden hacer desde la superficie terrestre y por eso seguirá siendo necesario poner en órbita telescopios como el Hubble o su sustituto, el telescopio espacial James Webb, a pesar del coste que tienen.

De todos modos, la NASA y el Centro Alemán de Aviación y Vuelos Espaciales (DLR) están trabajando desde hace ya unos años en una solución intermedia, el telescopio SOFIA, el Observatorio Estratosférico para la Astonomía Infrarroja, que no es ni más ni menos que un telescopio refractor de 2,5 metros montado en un Boeing 747SP convenientemente modificado.

SOFIA en vuelo - NASA/ Jim Ross
SOFIA en vuelo - NASA/ Jim Ross

A su altura de trabajo de unos 12 kilómetros casi todo el vapor de agua de la atmósfera terrestre queda por debajo del telescopio, con lo que podrá observar aproximadamente un 85% del rango infrarrojo. Además, al estar montado en un avión se puede desplazar a prácticamente cualquier lugar del mundo para realizar observaciones, algo «un poquito» más complicado de hacer con los telescopios fijos de toda la vida.

Tras poner en marcha el proyecto en 1996 y después de unos años de retraso atribuibles fundamentalmente a la reunificación alemana añadidos a los habituales aumentos de costes de estos proyectos, la NASA llegó incluso a pararlo a principios de 2006.

Afortunadamente una revisión técnica de este determinó que era viable, con lo que a mediados de ese mismo año se le dio el visto bueno para seguir adelante, y hace apenas unos días que se produjo un importante paso adelante, con la apertura en vuelo por primera vez de la cubierta del telescopio:

Sofia con la cubierta abierta - NASA Photo / Tom Tschida
SOFIA con la cubierta abierta - NASA Photo / Tom Tschida

Esta solo estuvo abierta durante un par de minutos, con el objetivo de recoger datos acerca de como influye en la aerodinámica y en el comportamiento del avión, que aún tendrá que realizar unos cuantos vuelos de prueba más a lo largo de 2010, incluyendo dos específicamente diseñados para comprobar el funcionamiento de los sistemas de aislamiento de vibraciones, de estabilización inercial, y de guiado y control del telescopio.

La idea es que el observatorio quede completamente certificado para el vuelo a lo largo del año que viene y que pueda empezar a realizar vuelos científicos para 2011, con la entrada plena en servicio prevista para 2014, a la que seguirá lo que se espera que sea una vida útil de 20 años.

Por cierto que SOFIA no es el primer telescopio montado en un avión, ya que el puesto le corresponde al Kuiper Airborne Observatory (Observatorio Aerotransportado Kuiper), que montaba un reflector Cassegrain de 91,5 centímetros en un C-141 Starlifter y que estuvo en servicio de 1974 a 1995.

KAO en vuelo - NASA
El KAO en vuelo. Se puede ver la apertura del telescopio en el fuselaje delante del ala - NASA

Algunos de los descubrimientos del KAO inlcuyen el de los anillos de Urano en 1977 y la confirmación de la existencia de la atmósfera de Plutón en 1988.

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