Por Nacho Palou — 18 de septiembre de 2015

El estudio Consequences of Erudite Vernacular Utilized Irrespective of Necessity: Problems with Using Long Words Needlessly, hace precisamente referencia —con sana ironía— a la ciencia por la cual cuando se utilizan palabras más complejas y largas con intención de sonar más culto e inteligente en realidad se consigue el efecto contrario — parecer más estúpido,

Al preguntar a 110 estudiantes de la Universidad de Stanford acerca de sus hábitos de escritura, la mayoría de ellos admitieron que se esfuerzan en que sus textos resulten más complejos para parecer más inteligentes, por ejemplo sustituyendo palabras ya escritas por sinónimos más complicados.

Lo curioso del asunto es que a pesar de que todos cometemos ese pecado en realidad a la hora de la verdad —al escuchar hablar a alguien o al leer un texto— todos agradecemos el uso de un vocabulario claro y directo.

De hecho, para llevar a cabo el estudio se realizaron varios experimentos: uno de ellos consistía en entregar una versión simplificada de un mismo texto eliminando tantas palabras de nueve o más letras como fuera posible —usando en su lugar un sinónimo más ‘simple’.

Aunque el autor y la idea expresada en la versión compleja y en la versión simplificada del texto eran los mismos, según los estudiantes encuestados la versión simplificada resultaba más fácil de entender y su ‘autor’ fue juzgado como más inteligente.

Vía Business Insider.

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