Por Nacho Palou — 22 de enero de 2016

Driving a Ford Model T es una simpático vídeo de Bloomberg que celebra cómo, a pesar de lo complicado que resulta hoy conducir un coche de 1914, hace cien años este Ford T acercó la posibilidad de conducir un coche a cualquier persona — al menos, a cualquiera que tuviese acceso a uno de estos coches.

El Ford T tenía un motor de 4 cilindros que producía 20 CV, lo que le permitía rodar a una velocidad máxima de unos 70 km/h. Gracias a su ligereza —pesaba poco más de 500 kg— y a una construcción sencilla pero robusta el coche era capaz de circular con soltura por caminos bacheados o sin asfaltar, suelo roto y barro o nieve.

Tal y como se explica en el vídeo, el coche dispone de los mismos elementos básicos que un coche actual y casi en la misma configuración, aunque con ligeras diferencias. Hay tres pedales en el suelo que corresponden a freno, marcha atrás y embrague; y además hay un freno de mano y un acelerador.

Aquel embrague sin embargo poco tenía que ver con un embrague actual. De hecho, en el Modelo T las marchas están en el propio pedal: pisando a fondo está la primera marcha, hacia la mitad del recorrido del pedal se encuentra el punto muerto y soltado el pedal del todo entra la segunda marcha. El acelerador es de mano y está en la columna de dirección, lugar que luego intercambiaría con la palanca del cambio de marchas.

Por supuesto, en aquella época no había intermitentes. Su uso no se haría habitual hasta medio siglo después — aunque todavía hoy nos cuesta utilizarlos.

Por cierto que el Modelo T no tenía indicador de combustible, así que había que calcular a ojo cuándo tocaba repostar. El Modelo T gastaba unos 14 litros cada cien kilómetros así que el consumo del Ford T no era muy distinto al de un coche actual.

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Fabrica Ford Cádiz 1919
Modelos T ensamblados en la fábrica que tuvo Ford en el Puerto Franco de Cádiz entre 1919 y 1923. Bajo el logo de Ford se puede leer «El auto universal».

El adjetivo de «el auto universal» no era un mero eslogan publicitario; esa frase estaba escrita en la fachada de la fábrica que tuvo Ford en la bahía de Cádiz entre los años 1919 y 1923. También se podía leer en otras fábricas de Ford repartidas por el mundo, desde Detroit en EE UU a Argentina, Chile, Australia, Alemania, Canadá, Dinamarca, Inglaterra o Irlanda.

La historia de Ford en Cádiz se cuenta en el número 4 de la publicación Autódromo sobre la historia del motor en España.

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