En esta fábrica se fabrican Porsches como churros: decenas de robots comienzan con el montaje pieza a pieza de la carrocería y luego los operadores humanos continúan con los trabajos más delicados. En total se necesitan unas 48 horas para montar cada vehículo que pasa por las manos de 1.500 operarios diferentes, robots no incluidos.
Si Henry Ford levantara la cabeza vería sus legendarias líneas de ensamblado convertidas en cintas transportadoras que mueven tanto los vehículos como a los propios técnicos alrededor de la fábrica. Esto hace bueno aquello de que «si es complicado que las piezas lleguen a ti, también puedes ir tú hasta donde están las piezas». Los coches a medio montar entran en una gigantesca y laberíntica zona que podría ser una plataforma de Tetris, colocándose en posición para sumergirse en las piscinas de pintura, donde otros robots aplican el color metalizado que les da el aspecto final.
Me pareció especialmente graciosa la pasarela con cinta transportadora que atraviesa la calle [02:05] y por la que pueden verse los Porsches yendo de una zona de la fábrica a otra. Al llegar allí se instalan el salpicadero y algunos componentes eléctricos, se monta el motor, las ruedas, ventanillas, parachoques y alerones. Como ya comentamos hace tiempo, el bloque motor viene ya preparado de otra fábrica y también tiene mucho trabajo detrás.
Como cada coche va ligeramente personalizado los modelos que salen de la fábrica son básicamente todos distintos. Alguien ha calculado que tal vez se ve pasar el mismo coche una vez al año, cuando antiguamente –que había menos opciones– quizá se veían coches «repetidos» una vez al mes.
Relacionado: