Por Nacho Palou — 7 de julio de 2015

© Nacho Palou

En Wikipedia, Victor Lustig (1890 – 1947),

En 1925, Francia se había recuperado de la Primera Guerra Mundial, y París estaba en auge, lo que generaba un entorno excelente para un artista del engaño. Un día de primavera, Lustig estaba leyendo en un periódico un artículo que refería los problemas de la ciudad para mantener la Torre Eiffel: incluso pintarla resultaba una tarea costosa, por lo que se estaba convirtiendo en una gran torre de chatarra. Lustig vio las posibilidades detrás de este artículo y desarrolló una estratagema notable.

Nancy Maria Arulraj, en Quora,

Victor Lustig, se hizo pasar por agente del Ministerio de Correos y Telégrafos y falsificó documentos del gobierno. Después en el Hotel de Crillon, uno de los más lujosos de París, organizó una reunión con algunos chatarreros de la ciudad. Les habló de los costes que suponía para la ciudad el mantenimiento de la torre y la intención del gobierno de desmantelarla y venderla como chatarra, pero les pidió que, debido al revuelo que esto podía suponer, el asunto debía manejarse con discreción.

Lustig incluso llevó a los chatarreros a la torre en una limusina para que ellos mismos pudiese comprobar el mal estado de la estrcutura. Después les pidió que presentaran su oferta en un sobre cerrado, aunque Lustig ya había elegido de antemano a un tal André Poisson, que le parecía bastante crédulo, inseguro y con ganas de hacerse un nombre. Para que todo resultase más creíble Lustig ofreció a Poisson la licitación a cambio de una cantidad de dinero adicional.

Al final del engaño Lustig no sólo se había embolsado los 250 000 francos que Poisson ofrecía por la torre, sino también un extra en forma de soborno.

Como suele ser habitual en este tipo de timos —en el que ambos participantes son estafadores— cuando Poisson se percató del engaño del que había sido víctima tuvo que dejar pasar el asunto para evitar que la humillación que le supondría que se hiciera público —y evitar además que se supiese que había sobornado a quién el creía que era un agente del gobierno.

Por su parte Lustig huyó, pero no tardó en regresar con la intención de repetir la jugada. Aunque en el segundo intento no lo consiguió tampoco fue nunca detenido por ese asunto.

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