Por @Wicho — 13 de noviembre de 2013

A estas alturas tenemos muy asumido lo de los libros electrónicos y los tablets, pero que a una maestra española se le ocurriera a finales de la década de los 40 del siglo XX la idea de crear un libro mecánico cuyos contenidos se podían cambiar mediante unos carretes no deja de ser sorprendente.

Abierta, consta de dos partes. En la de la izquierda lleva una serie de abecedarios automáticos, en todos los idiomas: con una ligerísima presión sobre un pulsador se presentan las letras que se deseen, formando palabras, frases, lección o tema y toda clase de escritos. En la parte superior de los abecedarios lleva a la derecha una bobina con toda clase de dibujo lineal, y en la de la izquierda otra con dibujo de adorno y figura. En la parte inferior de los abecedarios, un plástico para escribir, operar o dibujar. En la parte interior, un estuche para guardar asignaturas. En la parte de la derecha van las asignaturas, pasando por debajo de una lámina transparente e irrompible, pudiendo llevar la propiedad de aumentos, pueden ser estos libros luminosos e iluminados para poder leerlos sin luz. A la derecha e izquierda de la parte por donde pasan las materias lleva dos bobinas, donde se colocar los libros que se desee leer en cualquier idioma; por un movimiento de los misma van pasando todos los temas, haciendo las paradas que se quieran o queda recogido. Las bobinas son automáticas y puede desplazarse del estuche de la Enciclopedia y extenderse, quedando toda la asignatura a la vista; puede estar sobre una mesa (como los libros actuales) o perpendicular, facilitando comodidad al lector, evitando con ello gran número de esfuerzos intelectuales y físicos. Todas las piezas son recambiables. Cerrado, queda del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo. Para autores y editores el coste de sus obras se aminora considerablemente, por no necesitar ni pasta ni encuadernado y queda impresa de una tirada, o cada una de sus parte (si consta de varias), resultando este procedimiento un bien general.

Doña Angelita, como la llamaba todo le mundo, llegó a patentar su enciclopedia mecánica, y el ministerio de educación a dar su aprobación para su eventual uso en las aulas, sólo que nunca consiguió financiación para llegar a fabricarla.

Ángela Ruiz con el prototipo de su enciclopedia mecánica
Ángela Ruiz con el prototipo de su enciclopedia mecánica

El prototipo de esta enciclopedia mecánica es una de las piezas que pueden verse en la sede en A Coruña del Muncyt.

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