Pere Domènech, pastor que también controla el material combustible del Bosque de Poblet con su rebaño. Imagen: Cortesía de Joan Puig.
Un ingeniero forestal y un pastor de cabras me enseñaron hace unos días sobre el terreno la diferencia entre un bosque cuidado y uno dejado a su suerte. No es un bosque cualquiera, sino uno con 800 años de historia. El Paraje Natural Protegido del Bosque de Poblet, de los antiguos dominios del monasterio de Poblet, seleccionado recientemente por la UE como caso de estudio de bosque mediterráneo poco perturbado por la mano del hombre.
Los protagonistas: Joan Llagostera, actual director del Paraje, es un ingeniero forestal con 30 años a pie del cañón. Pere Domènech es un pastor de Vimbodí, hijo de pastores. Su padre ya abandonó porque el rebaño no daba lo suficiente, pero a los 19 años, "compré una oveja, parió y aquí sigo hasta que aguante el cuerpo", explica.
El rebaño de Pere son 400 cabras y alguna oveja. "Vienen los niños en autobús a verlas, muchos no han visto un cabritillo en su vida", comenta. Cobra lo mismo que 20 años atrás por kilo de carne, "sin tener en cuenta que son animales libres, criados en la naturaleza, no en granjas que son como campos de concentración".
Pastor. Uno de los oficios más antiguos, que desaparece poco a poco por lo duro de sus condiciones y lo exiguo de sus beneficios. A Joan le preocupa que se pierda la agricultura y el pastoreo. "Una cultura milenaria acumulada durante generaciones que se rompe con cada abandono y que multiplica el riesgo de incendios por la dejadez del territorio".
Joan fue uno de los artífices de relacionar a la Federación de Asociaciones de Ovino y Cabruno con Medio Ambiente de la Generalitat. Entre todos, diseñaron un plan piloto que se inició en el 2002. Así, 5 pastores de 5 zonas naturales protegidas catalanas reciben 60 euros anuales por hectárea que limpia su rebaño, bajo la tutela de ingenieros forestales. Joan supervisa la labor de Pere.
Previamente, se hace un tratamiento de silvicultura para marcar las zonas de pastoreo, aclarar el bosque y favorecer así la biodiversidad. "Tiene que haber bosque abierto, cerrado y cultivo. Antiguamente, hombre y naturaleza se entendían mejor. El hombre vivía de ella y por tanto, la cuidaba", resume Joan.
Desbrozar el bosque con métodos artificiales cuesta 350 euros por hectárea, sin tener en cuenta que no todo el mundo sirve para manejar herramientas que "se desafilan si tocan el suelo una sola vez", puntualiza el ingeniero.
Los pastores también se ocupan del mantenimiento de las infraestructuras antiincendios. El convenio vencerá de aquí a un año y no está claro si se renovará o no, aunque el balance es muy bueno para todas las partes, sobre todo, para el bosque.
Es una buena prueba de la efectividad de mantener el bosque limpio, porque todos sabemos que la lucha contra los incendios se gana en invierno, no en verano. No sirve de excusa decir "no hay recursos suficientes" y luego tener que gastar mucho más cuando el mal ya está hecho.
Por ejemplo, una hora de un helicóptero cuesta 600 euros, según los pilotos que he consultado o limpiar los barrancos de Horta de Sant Joan quemados por el incendio mortal del 20 de julio, más de 80.000 euros. Así que otra vez la pregunta: ¿Hidroaviones o cabras?