Investigación y Ciencia ha publicado este mes el que me pareció un gran artículo: Energía sostenible: objetivo 2030, que por desgracia no se puede leer completo en la web en español, aunque se puede acceder pagando o mediante suscripción al original: A Plan to Power 100 Percent of the Planet with Renewables ($). Tal y como explican los autores, se trata de un plan:
Las tecnologías eólica, hidráulica y solar pueden proveer la totalidad de la energía que el planeta necesita; se podría prescindir de los combustibles fósiles (...) En 2008, el ex vicepresidente Al Gore arrojó un guante: dotar a Estados Unidos, antes de diez años, de una electricidad cien por cien libre de carbono. Cuando nos propusimos evaluar la viabilidad de esa mudanza, aceptamos un reto de alcance aún mayor: determinar de qué modo el cien por cien de la energía mundial, para todos los usos, podría venir de recursos eólicos, hidráulicos y solares en 2030. Presentamos aquí nuestro plan.
La idea implica el despliegue masivo de opciones renovables, abreviadas VAS (viento, agua y sol): energía eólica, solar, geotérmica, mareas, geotérmica e hidroeléctrica. La nuclear, el carbón y otras contaminantes a corto o largo plazo quedan descartadas.
Las cifras son descomunales: para cubrir las necesidades energéticas de todo el planeta se necesitarían aproximadamente
- 1.700.000.000 sistemas fotovoltaicos de tejado
- 3.800.000 turbinas eólicas
- 720.000 convertidores de olas
- 490.000 turbinas mareales
- 49.000 centrales de energía solar concentrada
- 40.000 centrales fotovoltaicas
- 5.000 centrales geotérmicas
- 900 centrales hidroeléctricas
De esta ingente cantidad de sistemas generadores, tan solo el 70% de las centrales hidroeléctricas y un 2% de las geotérmicas están en servicio, del resto operan actualmente menos de un 1% de cada uno de ellos. El cálculo global es que hacia 2030 el mundo necesitará unos 17 teravatios anualmente, que podrían ser generados por estos sistemas, prescindiendo de todos los demás.
Si se llevara a cabo el plan, el 51 por ciento de la energía procedería del viento, y el 40 por ciento del sol (el 30 por ciento de la solar sería en tejados de edificios y naves industriales) y el 9 por ciento restante del mar.
Un cálculo interesante que llevan a cabo los autores es el espacio físico necesario para tamaña obra. Por ejemplo los 3,8 millones de turbinas eólicas necesitarían unos 50 kilómetros cuadrados nada más (algo así como la superficie de la isla de Manhattan). Y las plantas solares ocuparían en total el 0,33% de la superficie de nuestro planeta. (Véase también: Superficie de tierra necesaria para suministrar energía de origen solar a todo el mundo.) Si no he calculado mal, eso serían unos 500.000 km², algo así como la superficie de toda España, pero repartida en varios continentes. La parte proporcional de placas solares que se necesitarían para España podrían ocupar unos 1.500 km², algo así como la provincia de Guipúzcoa al completo, pero convenientemente repartida por todo el país.
Aunque un despliegue de tal magnitud industrial y de infraestructuras de transporte de energía suene casi imposible, los autores ponen como ejemplo otras obras de similar magnitud que requirieron de un esfuerzo similar: la producción de aviones en la segunda guerra Mundial o el sistema de autopistas interestatales de Estados Unidos, entre otros. En aquella ocasión los países hicieron ese gran esfuerzo por ganar la II Guerra Mundial y pervivir en las siguiente décadas... no estaría mal que lo hicieran ahora para salvar el planeta.
Los mayores problemas con los que se enfrentaría este plan son básicamente dos: la falta de voluntad política y la escasez de cierto materiales clave para la fabricación.
Respecto a lo primero, poco se puede decir excepto la gran decepción en que nos vemos sumidos cada día ante la ineficacia y falta de compromiso de los líderes políticos. Respecto a lo segundo, los materiales más problemáticos serían el neodimio para los engranajes de las turbinas, el teluro, el indio y la plata para las celdas fotovoltaicas y el litio y el platino para las baterías recargables. Muchos de estos materiales se encuentran principalmente en China (por ejemplo el neodimio) y Chile y Bolivia atesoran otros muy específicos, como el litio y el platino. Advierten que podría ser un riesgo tener una gran dependencia de unos pocos exportadores al igual que ahora se depende de unos pocos países exportadores de petróleo.
El artículo está lleno de detalles interesantes, cálculos y ejemplos, pero termina con una nota de esperanza: hace diez años no estaba claro que una estrategia así fuera viable, pero hoy en día parece que puede serlo y que sólo es cuestión de que los dirigentes mundiales pongan los planes en marcha.