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Algunas consideraciones a tener en cuenta respecto a los biocombustibles publicados en Food Versus Biofuels: Environmental and Economic Costs y recogidos por Civil Eats:
- Obtener un litro de etanol requiere un 143 por ciento más de la energía contenida en un litro de éste.
- Si EE UU convirtiese todos sus cultivos de maíz en biocombustibles apenas le llegaría para reemplazar el 4 por ciento del petróleo que consume.
- La huella del agua de un litro de biocombustible es de más de 1.600 litros de agua.
Los datos anteriores se refieren al etanol procedente del grano de maíz, que es el de mayor producción en EE UU y otros países y también es el más ineficiente. Otros países, como Brasil, emplean como biomasa de origen la caña de azúcar, que requiere menos energía y recursos, pero cuya producción aún resulta ineficiente.
Aunque los biocombustibles pueden reducir las emisiones de gases contaminantes o los causantes del llamado efecto invernadero en un 50 por ciento respecto a los combustibles de origen fósil, se sabe que la masiva conversión de alimento en combustible influyó notablemente -si acasó no provocó por sí mismo- la grave crisis alimentaria mundial de 2007/08.
También sucede que no parece que su rendimiento sea muy bueno en la práctica. Organizaciones de consumidores de EE UU como Consumer Reports han podido comprobar que aunque emita menos gases nocivos la autonomía de sus vehículos se ve reducida de forma significativa, lo que exige repostar más a menudo para conseguir la misma autonomía que empleando gasolina (The ethanol myth).
En general la producción de biocombustibles actualmente es muy poco eficiente en la forma de energía y recursos que se necesita para su obtención. Dependiendo del tipo y origen, requieren actualmente entre un 25 y un 120 por ciento más de energía procedente de combustibles fósiles que la que se obtiene de ellos (Net Energy: More Harm than Good?).
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