Por @Wicho — 15 de septiembre de 2017

Ya está. Después de 13 años y 75 días en órbita, veinte años menos un mes exactos desde su lanzamiento, y 35 años desde que naciera el grupo de trabajo conjunto de la Agencia Espacial Europea y la NASA que definió la misión, Cassini y Saturno ya son uno. Para siempre.

Con sus motores a tope para intentar mantener el contacto con el control de la misión todo el tiempo posible para apurar hasta el último segundo la transmisión de datos el contacto con la sonda Cassini transmitió sus últimos datos a las 12:31 del 15 de septiembre de 2017, hora peninsular española.

No tenemos modo de saber cuanto tiempo más duró como algo reconocible en su inmersión en la atmósfera de Saturno a 125.600 kilómetros por hora con una componente de 60.000 hacia abajo, pero es seguro que ahora sus moléculas andan dispersas por la atmósfera de Saturno.

Somos dos estrellas fugaces, imposibles de atrapar

La misión deja detrás unos 635 GB de datos de los que ya han salido casi 4.000 trabajos científicos, y los que vendrán, y un montón de descubrimientos como por ejemplo siete lunas que nunca habíamos visto antes.

Pero de todos sus descubrimientos el que más me asombra, el que más enciende mi imaginación, el que más cosas me sugiere, es el descubrimiento de los océanos globales ocultos bajos las superficies de Encélado y Titán, dos lunas geológicamente activas. A saber qué procesos se están dando ahí. Y desde luego esto hará que en el futuro busquemos condiciones propicias para la vida en sitios que antes de Cassini igual ni se nos habrían pasado por la cabeza.

Cassini se ha terminado, pero con un éxito más allá de cualquier expectativa y fundido con el planeta que fue a estudiar, haciendo ciencia hasta el fin. ¿Qué mejor fin se podría pedir para ella?

Cassini y Saturno por Erika Nesvold
Cassini y Saturno por Erika Nesvold

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