Por @Wicho — 12 de febrero de 2016

Duerme bien, Philae

Según se puede leer en Philae se enfrenta a la eterna hibernación la Agencia Espacial Europea considera que las posibilidades de recuperar el contacto con el aterrizador de la misión Rosetta son ya prácticamente nulas, por lo que dejarán de enviarle comandos.

Las condiciones de iluminación y temperatura reinantes en el núcleo del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko son, además, cada vez más duras, con lo que si no lo ha hecho ya, es prácticamente imposible que se ponga en contacto con el control de la misión motu proprio.

Tras un accidentado aterrizaje, Philae estuvo 64 horas en funcionamiento sobre la superficie de 67P, el tiempo que sus baterías internas se lo permitieron, baterías que no pudo recargar con sus paneles solares al haber quedado en una posición distinta a la deseada en la que recibía mucha menos de la necesaria para ello.

Philae en 67P
Una de las patas de Philae sobre la superficie de 67P

Pero durante esas 64 horas recogió un montón de datos, que junto con los que ha recogido y sigue recogiendo Rosetta, nos han permitido aprender un montón de cosas sobre 67P y el origen del sistema solar aunque, sobre todo, nos ha hecho preguntarnos otras cuantas, lo cual es casi más importante.

Hubiera sido genial que Philae despertara según 67P se acercaba al Sol, algo que era plausible porque cada día iba recibiendo más luz, y de hecho entre junio y julio se comunicó varias veces con el control de la misión, aunque fueron sesiones de comunicación demasiado cortas y esporádicas como para que diera tiempo a ver en qué estado se encontraba y ponerlo a funcionar de nuevo.

Desde el 9 de julio no ha habido más comunicaciones con Philae, y ninguno de los intentos para activarlo han dado su fruto, así que toca dejarlo descansar.

Conviene recordar, de todos modos, que el mero hecho de haber conseguido colocar una sonda en órbita alrededor del núcleo de un cometa a más de 500 millones de kilómetros de la Tierra, tras más de 10 años de viaje y 6500 millones de kilómetros recorridos, y un aterrizador en la superficie de este es un enorme éxito, uno de los mayores, sin duda, de la investigación espacial en años recientes.

Que Philae hubiera seguido funcionando más allá de lo que sus baterías le permitían hubiera sido la proverbial guinda sobre el pastel.

Rosetta, por su parte, seguirá funcionando hasta septiembre de 2016, cuando casi sin combustible y ya al otro lado del Sol respecto a la Tierra, lo que hará las comunicaciones con ella casi imposibles, se posará en el núcleo de 67P para unirse, ya para siempre, a su compañero de viaje.

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