Por @Wicho — 9 de marzo de 2021

El equipo de la NASA en el Centro Espacial Kennedy ya ha terminado de ensamblar los dos cohetes de combustible sólido que usará para el lanzamiento de la misión Artemisa 1. Son los que van a ambos lados de la etapa central del cohete SLS y los que se encargan de proporcionar la mayor parte del impulso –más del 75 %, de hecho– durante los primeros minutos de la misión. Pero en realidad tenerlos ya ensamblados puede ser un problema.

Y es que una vez empezados a ensamblar los cinco segmentos que forman cada uno de ellos el tiempo máximo que pueden estar así es de doce meses. Más allá de ese plazo habría que desmontarlos, inspeccionarlos, y si fuera necesario, acometer las tareas de mantenimiento necesarias. El punto en concreto a revisar son unas de las juntas entre segmentos que crean un sellado extra para evitar la fuga de gases cuando los motores están en funcionamiento. Después de 12 meses habría que comprobar su estado y que mantienen las características que les permiten cumplir con su cometido. Nadie quiere hacer un Challenger 2 por mucho que la misión Artemisa 1 no vaya a ser tripulada.

Pero dados los problemas que está teniendo la NASA para terminar de probar la etapa central del cohete los márgenes empiezan a ser demasiado cortos como para estar tranquilos. Artemisa 1, tras el último de sus incontables retrasos, iba a ser lanzada en noviembre de 2021. Eso son nueve meses a partir de ahora. Aunque todo parece indicar que se va a ir a principios de 2022. Y los primeros segmentos fueron acoplados entre sí el 7 de enero de 2021.

Así que a poco que se líen las cosas para probar la etapa central, que ahora mismo no tiene fecha para su prueba de encendido, mandarla al KSC, colocarla en su sitio, y hacer las pruebas pertinentes, habrá que ver si no hay que desmontar esos propulsores.

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