Por @Alvy — 6 de agosto de 2019

En este vídeo de Vox Media se puede ver cómo funciona el proceso de coloreado de las fotografías astronómicas. A diferencia del coloreado de fotografías en blanco y negro antiguas en este caso tiene un poco más de ciencia que de arte, aunque a veces hay que recurrir a fórmulas ingeniosas que muestran un poquito más allá de lo que el ojo vería.

La primera forma de colorear una foto en blanco y negro es separar las longitudes de onda de las imágenes: larga, media y corta. Asignando a cada una de estas bandas los colores aproximados con los que se corresponden en el espectro visible se obtiene al combinarlos lo que se llama una imagen en «colores reales». No son literalmente reales sino tan solo «cómo se vería la imagen con nuestros ojos si fueran tan poderosos como un telescopio». El ejemplo de Saturno y Júpiter es muy esclarecedor, además de que son imágenes a las que estamos muy acostumbrados.

Con objetos más lejanos como las nebulosas y galaxias se utiliza otra técnica, llamada filtrado de banda estrecha que básicamente busca la luz que emiten el hidrógeno, el azufre y el oxígeno, elementos muy comunes en estrellas y nebulosas. Si se colocaran sobre el espectro visible tal cual no se distinguiría gran cosa, de modo que se separan en lo que se denomina orden cromático y entonces quedan más separados, como colores diferenciados. Eso no sólo proporciona más información, sino que queda más bonito.

La misma técnica se puede utilizar con bandas de infrarrojos o ultravioletas, y en este caso las escalas cromáticas son un poco diferentes. Obviamente estos métodos ya no muestran colores «reales»: son forma de colocar datos como si fueran colores, de modo que se parecen más a un mapa coloreado que a otra cosa. Pero en cierto modo, sí que representan los datos de la realidad.

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