Puede parecer una idea insólita, pero desde hace décadas muchos consideran que el ascensor espacial es la más práctica y probable forma de construir grandes estructuras en el espacio, subir carga útil al espacio e incluso personas. Para empezar, ahorrarían una buena parte de la energía que desaprovechan los cohetes actuales. La cuestión es… ¿Es posible construirlos?
La idea original se remonta ni más ni menos que a 1895, cuando el físico ruso Konstantin Tsiolkovsky planteó la idea y sus cálculos básicos. Básicamente se trata de una pequeña estación en órbita geosíncrona unida a algún punto cercano al ecuador de la Tierra con un cable de unos 40.000 km de longitud, en cuyo extremo hay un gigantesco «contrapeso». Esa es la longitud exacta para que un objeto en órbita cancele la fuerza de atracción de la gravedad con la fuerza centrífuga de la rotación. A partir de ese momento basta subir o bajar una «cabina» o «escalador» tan tranquilamente como se desee, pues la estación se mantiene en su sitio de forma parecida a como lo hacen los satélites en órbita geoestacionaria.
En el vídeo de Practical Engineering se explican desde el punto de vista de la ingeniería cuáles son las fuerzas implicadas y los retos a superar. Por ejemplo, ¿qué energía alimentaría el ingenio? Podría utilizarse la energía solar o un haz láser transmisor de energía para alimentar la cabina durante el largo viaje de 40.000 km arriba y abajo.
También examina cómo habría de ser un cable tan gigantesco que de hecho se considera el principal problema: utilizando los materiales que conocemos sería tan pesado que se derrumbaría por su propio peso; no servirían ni el acero ni las nanofibras de carbono ni nada que conozcamos hasta ahora. De hecho por delgado que fuera aumentar de grosor con la altura para soportar su propio peso, pero tendría proporciones gigantescas al llegar a las alturas. Requeriría que desarrolláramos nuevos materiales.
En la ciencia-ficción se ha escrito mucho sobre el ascensor como solución para alcanzar el espacio; desde la novela 2061 de Arthur C. Clarke (quién usó la idea en varios relatos más) hasta La ciencia de Mundodisco de Terry Pratchett o los videojuegos Halo, ciencia ficción. También lo hemos visto muy gráficamente en el episodio Rise de Star Trek: Voyager.
Con el tema de los ascensores espaciales suceden dos cosas: por un lado, cuando se «capta» la idea y se llega a imaginar cómo podría realmente orbitar y «funcionar» resulta algo sorprendentemente lógico y plausible, incluso fácil – aunque como se explica en el vídeo se enfrenta a grandes problemas de índole ingenieril. Por otro lado, elucubrar sobre las posibilidades de contar con un método para hacer de los viajes al espacio algo tan habitual y cotidiano como montarse en tren durante unas horas o días abre una infinidad de atractivas posibilidades.