En octubre de 1994 al astronauta Michael «Rich» Clifford le tocaba pasar su revisión médica anual. Al terminar, en principio con todos los resultados correctos, incluyendo los neurológicos, le pidió al médico que lo estaba examinando que le echara un ojo al hombro derecho, que creía haberse lesionado haciendo deporte porque desde hacía unas semanas no se movía cuando caminaba.
Esto alarmó al médico, pues ese podía ser un síntoma de que Clifford sufría la enfermedad de Parkinson, algo que se confirmó tras numerosas pruebas más. Los médicos informaron, como era su deber, a los responsables máximos de la NASA, quienes a su vez le preguntaron al astronauta qué quería hacer.
Clifford dijo que quería seguir en servicio y que lo siguieran teniendo en cuenta de cara a futuras misiones. A fin de cuentas, razonaba, la enfermedad de Parkinson es una enfermedad degenerativa y en aquel momento el único síntoma que tenía era que su brazo no se movía al andad. De hecho había pasado su revisión médica sin problemas.
Sus jefes accedieron a su petición con la condición de que los médicos estarían especialmente pendientes de él y terminaron por asignarlo a la misión STS-76, una misión a la estación espacial Mir, y la primera del programa conjunto NASA-Mir que incluiría un paseo espacial. No sólo lo asignaron a la tripulación, sino que tras insistir, ya que era uno de los que mejor conocía los experimentos que se iban, lo asignaron también a un paseo espacial.
La misión –y la parte de Clifford dentro de ella– se llevó a cabo sin ningún problema, aunque tras ella dejó la agencia a principios de 1997 para irse a trabajar en Boeing, donde estuvo en la división encargada de los desarrollos que involucraban a los transbordadores espaciales hasta que éstos fueron retirados del servicio en 2011.