Los ministros del ramo de los países miembros de la Agencia Espacial Europea (ESA), reunidos en Sevilla en su encuentro bienal, han dicho que, entre otras cosas, que quieren que Europa recupere el lugar que le corresponde en el Espacio. Eso se va a sustanciar en dos ejes principales de actuación: un futuro verde y sostenible y el acceso al espacio.
En lo que respecta al futuro verde y sostenible la idea es pasar de la vigilancia gracias a la flota de satélites europeos de observación terrestre a la gestión y así aprovechar el uso del espacio del espacio para la acción por el clima, apoyando los esfuerzos nacionales y europeos para llegar a ser neutrales en las emisiones de carbono para 2050.
Eso incluye la Green Transition Information Factory (GTIF, Factoría de Información para la Transición Verde), que utiliza datos de observación de la Tierra, computación en la nube y análisis avanzado de datos para ayudar a los responsables políticos y a las industrias a gestionar la transición hacia la neutralidad del carbono; el sistema Iris de comunicaciones por satélite para una aviación más ecológica; y los esfuerzos para utilizar los datos espaciales para una agricultura, energía y transporte también más ecológicos.
También incluye una llamada a las empresas del ramo para firmar el Zero Debris Charter (Convenio de cero restos) para reducir la cantidad de basura espacial.
Y el compromiso de la ESA en reducir activamente la huella medioambiental de todos los proyectos espaciales a lo largo de todo su ciclo de vida y fomentar una industria espacial limpia y sostenible.
En cuanto al acceso al espacio, y tras reconocer la grave crisis en la que está Europa en estos momentos que la lleva a tener que recurrir a lanzamientos con empresas no europeas, la ESA reafirmó su apoyo al Ariane 6 y al Vega. Por mucho que aún no sepamos cuándo va a volar el Ariane 6 –con suerte a mediados de 2024– o el Vega C –con mucha suerte a finales de 2024, que ya será más bien en 2025–. Para ello la agencia se compromete a financiar 42 de cada uno en lugar de 15 como estaba previsto. Esto supone un coste estimado de hasta 340 millones de euros anuales para Ariane 6 y 21 millones de euros anuales para Vega-C a partir de 2026.
Impresión artística del despegue de un Ariane 6 – ESA
También se ha comprometido con el desarrollo de una nave de carga para llevar y traer carga a y de la Estación Espacial Internacional (EEI) que debería entrar en servicio en 2028, aunque esa nave también podrá dar servicio a las estaciones espaciales comerciales cuando entren en servicio. E incluso servir como base para el desarrollo de una nave tripulada.
Aunque no será un vehículo diseñado por la ESA sino que saldrá de un concurso público; la agencia sólo se pronunciará sobre las prestaciones que necesita. En este sentido es algo muy similar al programa de Servicios Comerciales de Abastecimiento de la NASA en el que participan las Cygnus, las Dragon de carga, y, a partir de 2024, el Dream Chaser.
Lo que me parece prácticamente imposible, al menos al ritmo al que se mueven las cosas en Europa, es que ese vehículo vaya a estar listo para 2028. Aunque como la NASA ya está hablando de usar la EEI más allá de 2030, es posible, aunque no seguro, que aún llegue a tiempo.
En lo que se refiere al ritmo –a la falta de ritmo– con el que se mueven las cosas, el director general de la agencia Josef Aschbacher, se comprometió a crear un equipo hoy mismo que se encargue de acelerar todo. Pero por ahora sólo hay fondos para afrontar las fases iniciales del proyecto; los fondos para la segunda fase serán aprobados en la reunión de 2025. Así que ya veremos.
También hay un acuerdo para desarrollar un nuevo lanzador comercial. De nuevo la ESA no fijará las capacidades del cohete sino que convocará un concurso y aceptará ser el cliente principal. Aschbacher lo declaró un «cambio de paradigma» respecto al pasado, un «momento histórico». Pero de nuevo, el concurso no no será lanzado hasta 2025. Menos mal que estamos en crisis y queremos salir de ella.
Así que también de nuevo, ya veremos. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que Europa tiene ahora mismo un serio problema con el acceso al espacio. Está bien reconocerlo, hacer acto de contrición, y decir que lo vamos a solucionar. Pero del dicho al hecho hay un trecho.