Amy Shira Teitel de Vintage Space ha comenzado una miniserie sobre los antiguos programas espaciales soviéticos y sus paralelismos con algunos de los más actuales, especialmente el SpaceX de Elon Musk. Aquí narra la curiosa historia del cohete N-1, sobre el que ya habíamos comentado por aquí algo, aunque la referencia definitiva es Algunos mitos y curiosidades del cohete lunar soviético N1, en Eureka.
El N1 era un cohete originalmente planteado por los soviéticos a finales de los 50 y especialmente en los 60 para lanzar misiones tripuladas a Venus y Marte (para sobrevolarlos, no aterrizar). Pero llevados un poco por las prisas de la carrera espacial y politiqueos varios tomaron «algunos componentes de aquí y allá» y ensamblaron un armatoste un poco al estilo Monstruo de Frankenstein con el que alcanzar la Luna.
El N1 era sin duda poderoso; como dice al Teitel «al fin y al cabo se necesita bastante potencia para enviar un trasto a Marte» y acabó diseñándose con lo que se sabía de cohetes anteriores, ni más ni menos que con 30 motores NK-15. Para colmo no se llegó a probar nunca en tierra; las pruebas se hicieron directamente en lanzamientos en vertical.
En el vídeo se pueden ver bastantes fotografías de los espectaculares «fuegos artificiales» en los que se convirtieron los lanzamientos. El primero fue sencillamente brutal: se elevó un poco, comenzó a caer y se estrelló sobre la plataforma de lanzamiento, destruyéndose no solo el proceso sino acabando también con la plataforma al completo – por suerte no hubo víctimas. En el segundo intento el fallo fue también incomprensible, con varios motores fallando casi simultáneamente; el tercero parecía mejor, pero también acabó mordiendo el polvo. En el cuarto todo parecía ir bien hasta que en T+77 segundos otro fallo apagó los motores y la gravedad hizo el resto.
El problema se analizó como buenamente se pudo y se encontraron varias causas, principalmente las insuficientes pruebas previas: por un parte, la mala calidad de los motores, por otra diversas fugas y también sensores que se disparaban sin razón aparente. Un sistema automático de control llamado KORD, que controlaba el estado y funcionamiento de los 30 motores se mostró especialmente «cabezota» y se empañaba en apagar los motores a las primeras de cambio – aunque se suponía que la pérdida de uno o varios podía ser compensada.
A pesar de lo mastodóntico y majestuoso de su ingeniería, construcción y tamaño el N1 fracasó miserablemente en su misión principal y como es bien sabido los soviéticos nunca pudieron llegar a la Luna. A Teitel le inquieta que los nuevos cohetes de SpaceX tengan no 30 sino… ¡42 motores! Lo cual significa 42 sitios en los que algo puede salir mal en la misma nave. Por suerte la ingeniería, sistemas de control, materiales y sobre todo las fases de pruebas de la astronáutica moderna y de SpaceX son bastante superiores a las de la época soviética.