La sombra de un aspa rota que marca el fin de una impresionante misión – NASA/JPL-Caltech
El pasado 18 de enero de 2024 el helicóptero Ingenuity hacía su vuelo número 72 en Marte. Pero algo falló porque la NASA perdió la comunicación con él antes de que terminara. Ahora, tras meses de estudio, la agencia ya sabe qué causó el accidente. O al menos ya tiene una causa probable más probable que otras.
El sistema de navegación de Ingenuity calculaba su altura y velocidad a partir de la comparación de imágenes del suelo que tomaba con una cámara que apunta hacia abajo. Pero el día de aquel vuelo el suelo resultó ser demasiado monótono como para que el sistema de navegación pudiera obtener información comparando unas imágenes con otras.
Así que Ingenuity «se perdió» a pesar de en realidad que se trataba de un vuelo estático en el que sólo tenía que elevarse hasta los 12 metros, tomar una serie de imágenes y volver a bajar. Los datos recibidos en tierra indican que a partir de los 20 segundos las imágenes de la cámara de navegación ya no tenían el suficiente detalle como para que el helicóptero pudiera calcular su posición ni velocidad.
Así que aterrizó con una velocidad horizontal demasiado elevada, lo que, unido a que tropezó con una de las ondulaciones de arena que tenía debajo, provocó movimientos de cabeceo y alabeo que a su vez impartieron una fuerza excesiva en las aspas de los rotores. Eso hizo que se partieran por su punto más débil, situado como a dos tercios de su longitud; es como si hubieran dado un latigazo que las partió.
La toma dura de Ingenuity – NASA/JPL-Caltech
Latigazo mortal – NASA/JPL-Caltech
Además, el desequilibrio causado por su rotura provocó vibraciones que, por un lado, hicieron que se disparara el consumo de electricidad de los motores, lo que a su vez hizo que Ingenuity se apagara por seguridad. Y que por otro hicieron que una de las aspas se partiera por la raíz, saliendo despedida a unos quince metros del helicóptero.
Es impresionante que la NASA haya conseguido averiguar la causa del accidente o, como digo arriba, al menos la más probable aún sin poder inspeccionar in situ la aeronave que, recordemos, está a cerca de 200 millones de kilómetros de nosotros.
Además, como sucede con casi cualquier accidente aéreo, las lecciones aprendidas servirán para futuros vuelos de los herederos de Ingenuity. Empezando, quizás, por Dragonfly, el octocóptero que vamos a enviar a Titán, una de las lunas de Saturno.
Pero lo más impresionante de todo es que no hay que olvidar que Ingenuity estaba diseñado para hacer cinco vuelos en treinta días y al final hizo 72 vuelos en algo menos de tres años.
Y que a pesar de que con las aspas rotas el destino de Ingenuity quedaba sellado, al menos como máquina voladora, la NASA le ha dado una nueva misión y lo ha programado para que se despierte una vez al día mientras sea capaz. En ese rato aprovechará para medir el funcionamiento de su panel solar, baterías y equipos electrónicos. Además, tomará imágenes de la superficie con su cámara en color y recogerá la temperatura de varios sensores que monta.
Puede decirse que ha quedado convertido en una especie de estación meteorológica. Aunque como su radio no tiene potencia para transmitir sus datos a la Tierra lo que hace es almacenarlos en su memoria a la espera de que quizás alguien vaya a recogerlos en el futuro.
Por cierto que la historia de Ingenuity y de los cacharros voladores que hemos enviado a otros mundos fue el tema de mi charla de Naukas Bilbao 2024.