Por @Wicho — 20 de agosto de 2017

Impresión artística de la Voyager 1
Impresión artística de la Voyager 1

El 20 de agosto de 1977 la NASA lanzaba la sonda Voyager 2 con destino Júpiter y Saturno, aunque en una trayectoria que luego le permitiría continuar su misión visitando Urano y Neptuno o Plutón. Dieciséis días después la seguía su gemela la Voyager 1, que tenía como objetivo estudiar Júpiter y Saturno.

El mejor homenaje a las personas que concibieron la misión y diseñaron y construyeron las Voyager es que, aunque con algunos achaques, siguen funcionando 40 años después de su lanzamiento, mucho más de lo que nadie se hubiera atrevido a esperar.

Pero esto habría sido imposible sin un equipo de control de la misión, en la actualidad formado por nueve personas, que sigue al pie del cañón todos estos años después del lanzamiento.

La mayoría de ellas se incorporaron a la misión en la década de los 80, cuando la NASA recibió el permiso para prolongar la misión más allá de sus objetivos iniciales, pero algunos llevan allí más tiempo, como por ejemplo Ed Stone, que se incorporó al equipo en 1972, o Jefferson Hall, en la actualidad director de vuelo de la misión, que lleva en ella desde 1978.

Estas personas son las que se encargan de asegurarse de que las Voyager siguen funcionando, y las conocen tan bien como a los miembros de su familia. Son capaces de manejarse con ordenadores de a bordo que tienen 235.000 veces menos memoria que un móvil de 16 gigas, por no hablar de cuantas veces más lentos son esos ordenadores que ese mismo móvil. Son quienes son capaces de seguir mandando comandos a la Voyager 2 a pesar de que uno de sus receptores de radio murió incluso antes de llegar a Júpiter y de que el otro esté estropeado, de tal forma que hay que ir ajustando la frecuencia del canal de radio mediante el que se comunican con ella en función de la distancia y de la velocidad de la sonda. Son quienes están en mejores condiciones de decidir cómo gestionar las reservas de energía de ambas sondas para prolongar la misión todo lo posible.

Muchas de ellas decidieron quedarse con las Voyager aún cuando podía haberse pasado a otras misiones más modernas y quizás más glamurosas, aunque ninguna con el sentimiento de ser pioneros que tienen las Voyager.

Enrique Medina, el experto en el sistema de producción de energía de las Voyager, lo explica así:

No dejaría a mi mujer para irme con Angelina Jolie por muy atractivo que eso pueda sonar. Y no dejaría las Voyager para irme a las nuevas misiones a Marte. No dejaré las Voyager hasta que dejen de existir. O hasta que yo deje de existir.

Medina tiene en la actualidad 68 años, y las estimaciones dicen que es muy poco probable que las Voyager puedan seguir funcionando más allá de 2030 porque para entonces sus generadores térmicos de radioisótopos habrán agotado su combustible…

Así que habrá que ver quien dura más, pero no me extrañaría ver como Medina aguanta al menos hasta los 80, igual que hizo su compañero Larry Zottarelli, quien de hecho volvió al equipo a los 77 años tras haberse retirado porque él era el único del mundo capaz de hacer ciertas modificaciones en el software de a bordo.

El artículo The Loyal Engineers Steering NASA’s Voyager Probes Across the Universe de The New York Times hace una bonita semblanza del trabajo de este abnegado grupo de personas, que tras las bambalinas mantienen viva la misión espacial que más lejos ha llegado.

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