Por @Wicho — 30 de mayo de 2017

No tenía en mi radar el XS-1, Experimental Spaceplane 1, Avión Espacial Experimental 1, que quiere construir el departamento de defensa de los Estados Unidos.

El objetivo es poder colocar satélites de hasta casi 1.400 kilos en órbita terrestre con muy poco tiempo de aviso –días, algo prácticamente impensable hoy en día– mediante un lanzador parcialmente reutilizable. Para ello el XS-1 tiene una primera etapa en forma de avión hipersónico suborbital autónomo que llevará al espacio una segunda etapa no recuperable que será la encargada de poner en órbita el satélite.

Es importante aclarar que aunque se parecen en cuanto a su forma el XS-1 y el X-37B no tienen mucho que ver: el primero es un lanzador mientras que el segundo es un orbitador con cierta capacidad de carga de instrumentos pero que no puede despegar por sí mismo, aunque también es capaz de aterrizar de forma autónoma.

El avión, bautizado como Phantom Express, tendrá una longitud de 30,5 metros y una envergadura de 19 y utilizará un motor AR-22 que está basado en el diseño de los RS-25, los motores principales de los transbordadores espaciales de la NASA. Su despegue será vertical, pero aterrizará planeando, igual que hacían los transbordadores espaciales.

Concepción artística del XS-1 listo para su lanzamiento
Concepción artística del XS-1 listo para su lanzamiento – Boeing

Si los números salen según lo previsto el precio por lanzamiento estará por debajo de los cinco millones de dólares y tendrá uso tanto civil como militar.

En realidad el programa lleva en marcha desde 2001 y alcanza ahora su fase 2, en la que Boeing ha recibido el encargo de diseñar, construir y probar el vehículo tras imponerse a las propuestas de Northrop Grumman y Masten Space Systems, las otras dos empresas que habían llegado a la fase 1B.

Boeing tiene hasta 2019 ahora para tenerlo todo listo y hacer diez pruebas de encendido del motor en otros tantos días seguidos como parte de la demostración de la capacidad de reutilización rápida del sistema.

Y en 2020, como parte de la fase 3 del proyecto, tendría que hacer entre diez y quince lanzamientos para la validación de los sistemas de a bordo con el objetivo final de hacer diez vuelos en diez días de nuevo consecutivos, primero sin carga útil y a velocidades máximas de Mach 5 antes de intentar alcanzar Mach 10 y el lanzamiento real de un satélite.

Todo esto dista de ser sencillo, por mucho que los motores RS-25 estén más que probados. Una de las cosas que más quebraderos de cabeza puede crear a Boeing es que el Phantom Express estará construido con materiales compuestos, igual que el fallido X-33 de la NASA, cuyos tanques de combustible fueron una auténtica pesadilla. Las alas del Phantom Express también tendrán que ser capaces de soportar temperaturas de más de 1.000ºC, lo que tampoco es trivial.

Comparativamente Vector Aerospace, que es la empresa que desarrollará la segunda etapa del XS-1, lo tiene mucho más fácil.

El XS-1 no está sólo en esta gama de lanzadores, de todos modos: el Electron de Rocket Lab, que acaba de hacer su primer lanzamiento, aunque fallido, tiene más o menos las mismas características en cuanto a capacidad de lanzamiento y precio, aunque no es reutilizable. Y los Falcon 9 de SpaceX, que ya están siendo reutilizados, también aspiran a bajar el precio de los lanzamientos y a hacerlos con una cadencia de uno a la semana, aunque no tan baratos.

Vivimos, sin duda, tiempos interesantes para los aerotrastornados.

(Vía Spaceflight 101 y Eureka).

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