Por @Wicho — 15 de mayo de 2019

Hace unas semanas que Jim Bridenstine, el director de la NASA, viene hablando de la decisión de la administración Trump de acelerar el retorno de astronautas estadounidenses a la superficie de la Luna. Así que en vez de 2028, que era la fecha que se venía manejando, ahora hablan de 2024. Que, curiosamente, será el último año completo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos si renueva su mandato en las próximas elecciones.

Pero ahora sabemos ya el nombre de este nuevo programa: Artemis, Artemisa en español.

Artemisa, en la mitología griega, es la hermana gemela de Apolo. Así que el nombre es muy adecuado porque es una referencia clara al programa Apolo, que permitió a la humanidad poner pie por primera vez en otro astro. Pero también porque es un nombre de mujer, lo que ya mola de por sí. Pero es que además uno de los objetivos del programa Artemisa es llevar a la primera mujer a la Luna.

El problema es que a Artemisa le quedan cinco años y unos meses para cumplir con sus objetivos. Y es muy, muy poco tiempo.

Hay que tener en cuenta que a día de hoy la NASA no tiene ningún cohete capaz de lanzar nada hacia la Luna. De hecho no tiene ningún cohete propio y contrata todos sus lanzamientos con empresas privadas. Es cierto que hace años que está trabajando desde hace años en el Space Launch System, así que en este sentido no parte de cero. Pero no es menos cierto que el programa SLS no deja de acumular retrasos. De hecho Artemisa contempla la posibilidad de contratar lanzamientos de algunos de sus componentes con SpaceX o United Launch Alliance, por ejemplo, que sí tienen cohetes capaces de enviar cargas hacia la Luna. Pero sería necesario tiempo para las pruebas pertinentes.

Y en cualquier caso aunque consiguiera un cohete otra cosa bastante importante que no tiene la NASA es ningún tipo de nave capaz de aterrizar en la Luna y volver a despegar. De hecho, de nuevo, no tiene ninguna nave tripulada propia. Y los esfuerzos de Boeing y SpaceX para desarrollar naves tripuladas avanzan mucho más lento de lo que le gustaría tanto a ambas empresas como a la NASA. Además, en cualquier caso, Ni la Orión de la NASA ni la Starliner ni la Crew Dragon están diseñadas para aterrizar en la Luna. Como mucho podrían servir para poner una tripulación en órbita –ya sea terrestre o lunar– en la que pasar a otra nave capaz de posarse en la Luna. Nave que, insisto, no existe, y cuyo desarrollo la NASA quiere contratar con una empresa privada como por ejemplo Lockheed Martin que ya tiene un bonito vídeo con el concepto de un aterrizador lunar:

Si echamos la vista atrás el 15 de mayo de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy anunció el objetivo de poner un ser humano en la superficie de la Luna y traerlo de vuelta antes del final de la década de los 60, la situación de la NASA era parecida. No tenía ni un cohete ni una nave capaces de hacerlo. Y sin embargo en poco más de ocho años lo lograron con la llegada del Apolo 11 a la Luna el 20 de julio de 1969, aún con contratiempos tan importantes como el del Apolo 1.

Claro que en aquel entonces el programa Apolo se convirtió en una cuestión de orgullo nacional –además de una forma de dejar quedar mal a la Unión Soviética si conseguían llegar antes que ella a la Luna– con lo que el presupuesto de la agencia fue creciendo hasta alcanzar un pico del 4,41% del total del presupuesto del país en 1966. En 1965 estuvo también por encima del 4%; y en el 64 y el 67 rondó el 3,5%.

Pero como reza el dicho pasado el día, pasada la romería y ahora –desde hace años, de hecho– el presupuesto de la NASA ronda el 0,5% del total nacional. Y aunque ni con todo el dinero del mundo puedes asegurar que las cosas te van a ir bien lo que nadie duda –creo que nadie al menos que tenga un poco de conocimientos al respecto– es que con ese nivel de financiación es imposible que la NASA consiga que el programa Artemisa cumpla con su objetivo de poner personas de nuevo en la Luna en 2024. Y ojo, que ese es sólo uno de sus objetivos, ya que también incluye la idea de construir una estación espacial en órbita alrededor de la Luna y una base sobre la superficie de esta.

Así que la administración Trump está intentando conseguir fondos extra para la agencia porque además no quiere hacer recortes en otros programas, lo cual es de agradecer. Por de pronto ha pedido al Congreso que apruebe 1.600 millones de dólares más para el presupuesto de 2020. Que yo hay semanas que no los gano pero para financiar Artemisa son el chocolate del loro. Y eso es sólo el principio; tendrá que ver cómo aumentar el presupuesto de la NASA en los próximos años –multiplicarlo por ocho si quiere ponerlo en los niveles del programa Apolo–. Y no lo va a tener fácil.

En mi opinión Artemisa lo tiene muy complicado aún si consigue financiación. Diría que imposible si Trump no resulta reelegido en 2020. Pero de verdad que me gustaría equivocarme.

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