Por @Wicho — 4 de abril de 2022

Este pasado fin de semana Rocket Lab llevó a cabo el lanzamiento número 25 de su historia. La misión, bautizada Without Mission A Beat, que es un juego de palabras con la expresión inglesa equivalente a «sin perder comba» y la palabra misión, puso en órbita con éxito los satélites de observación terrestre BlackSky 16 y 17.

De los 25 lanzamientos que la empresa lleva hasta la fecha, 22 han sido completados con éxito. Los fallos estuvieron en el primer lanzamiento, muy adecuadamente bautizado It's a Test (Es una prueba) que no llevaba ninguna carga útil, por un error en la configuración de los equipos de tierra, no del cohete; en el número 13, Pics or it Didn't Happen (Si no hay fotos no pasó), en el que se perdió un satélite de observación terrestre de Canon por un problema en una conexión eléctrica de la segunda etapa; y en el número 20, Running Out Of Toes (Nos estamos quedando sin dedos de los pies), en el que se perdieron los BlackSky 10 y 11 a causa de unas interferencias generadas por el encendido de la segunda etapa que provocaron un error en el funcionamiento del sistema de control de posición que a su vez hizo que la etapa se desviara de su trayectoria. Así, el Electrón acumula una tasa de fiabilidad del 88%.

Después del primer fallo la empresa tardó casi un año en retomar los lanzamientos. Pero después de los otros dos apenas necesitó dos meses con cada uno para determinar la causa del fallo, corregirla, y volver a lanzar.

La rápida cadencia de lanzamientos es precisamente una de las ventajas del Electrón. De hecho Rocket Lab tiene una fábrica con capacidad de ensamblar un cohete a la semana. Y desde hace poco una segunda plataforma de lanzamiento en su Complejo de Lanzamiento 1 de Nueva Zelanda y esperan poder estrenar en breve el Complejo de Lanzamiento 2 en Virginia, en los Estados Unidos. Pero parece ser que el problema fundamental que están teniendo para aumentar la cadencia de lanzamientos es que las cargas útiles estén listas para ser lanzadas.

El Electrón, con 18 metros de alto, 1,2 de diámetro, y un peso al lanzamiento de 13.000 kilos, es un cohete de tres etapas construido íntegramente en fibra de carbono. Su motor, impreso en 3D, utiliza bombas eléctricas para mover el combustible en lugar de las turbobombas a gas de los cohetes más grandes, lo que lo hace más sencillo, barato y en principio más fiable. Puede llevar hasta 300 kilos en misiones a órbitas bajas o 200 kilos a órbitas sincrónicas con el sol de 500 kilómetros, una órbita muy en demanda para satélites de observación terrestre. En un principio ninguno de sus componentes era recuperable pero Rocket Lab está trabajando en la recuperación y reutilización de la primera etapa, algo que podría empezar a hacer este año.

Es cierto que por ahora apenas tiene competencia pero el Electrón está funcionando muy bien dentro de su segmento.

La empresa está en Twitter como @RocketLab. Peter Beck, su director, es @Peter_J_Beck.

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