Restos de Schiaparelli en detalle – NASA/JPL-Caltech/University of Arizona
Hace semanas que se rumoreaba, pero por fin la Agencia Espacial Europea ha confirmado que todo apunta a un problema con los sensores de las unidades de medición inercial de a bordo como causa de que Schiaparelli se estrellara en Marte el 19 de octubre de 2016.
Después de despertar tras su separación de la Trace Gas Orbiter el aterrizador activó un sensor solar que le permitió saber su orientación respecto al Sol y por tanto respecto a la superficie de Marte.
Después activó las citadas unidades de medición inercial, o IMU por sus siglas en inglés, que es un dispositivo que mediante distintos sensores tenía como objetivo detectar las aceleraciones a las que era sometido Schiaparelli para así poder calcular su velocidad y orientación en cada momento.
Conocer la orientación de Schiaparelli era especialmente importante de cara a que las mediciones de altura proporcionadas por el radar fueran correctas, pues era necesario tener en cuenta el ángulo en el que estaba el aterrizador respecto a la superficie de Marte. Cuando éste apuntaba directamente hacia abajo la altura era la que indicaba el radar; cuando estaba inclinado había que tener en cuenta el ángulo de inclinación para calcular la altura real.
El problema es que Schiaparelli oscilaba demasiado debajo de su paracaídas y en una de las oscilaciones más extremas los sensores de inclinación las dos IMU se saturaron y durante más de un segundo dieron valores que, una vez suministrados al software de guiado del aterrizador, hicieron que creyera que estaba bajo la superficie de Marte.
Schiaparelli llevaba dos IMU LN-200 de Northrop Grumman
Esto hizo a su vez que soltara el paracaídas antes de tiempo, que encendiera los motores durante apenas tres segundos y que activara los instrumentos de a bordo… Para caer a plomo desde una altura de unos 3,7 kilómetros, estampándose contra el suelo marciano.
La ESA dice en Schiaparelli landing investigation makes progress que esto es aún un resultado preliminar y que a principios de 2017 harán público el informe final, pero también dicen que el error se reproduce una y otra vez en las simulaciones, así que poco margen queda ya para la duda.
Lo que no cuentan es que un lanzamiento de pruebas desde un avión que estaba inicialmente previsto fue cancelado como medida de ahorro, aunque también es cierto que el problema podría no haber sido detectado dadas las muy diferentes características de las atmósferas terrestre y marciana.
Es cierto también que el software de a bordo no parece haber sido sometido a las pruebas y comprobaciones necesarias para estudiar su comportamiento frente a entradas no esperadas. Y eso es un tanto sorprendente, ya que uno de los dichos más habituales en el mundo de la informática es que si metes basura, sacas basura.
Esto me recuerda mucho al primer lanzamiento de un Ariane 5, que fue un fracaso debido a que los sensores de su unidad inercial, heredada del Ariane 4, mucho menos potente, también se saturaron, pasando información errónea al sistema de navegación, que intentó corregir una trayectoria que no necesitaba ser corregida. Esto hizo que el cohete resultara destruido a los 37 segundos del lanzamiento.
La ESA insiste mucho en que con los datos enviados por Schiaparelli antes de su destrucción hemos aprendido mucho de cara al lanzamiento de la misión ExoMars 2020, que tiene como objetivo colocar un rover sobre la superficie de Marte, rover que aterrizará usando tecnologías que iban a ser probadas por Schiaparelli.
Pero yo no puedo evitar que se me venga a la cabeza aquel refrán de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.