Tal y como estaba previsto un cohete Rokot –derivado de un misil intercontinental soviético, por eso despega desde una especie de medio silo– se levantaba del centro de lanzamiento de Plesetsk a las 19:57, hora peninsular española, del 25 de abril de 2018 para colocar en órbita el satélite Sentinel-3B.
Todo fue por el libro y apenas 92 minutos después del despegue, y tras separarse de la tercera etapa Briz que lo colocó en su órbita polar separada 180º de la de su gemelo, el Sentinel-3A, el satélite se ponía en contacto con el Centro Europeo de Operaciones Espaciales en Dramstadt a través de la estación de Kiruna de Estrack, la red de comunicaciones espaciales de la ESA.
Vienen ahora tres días de comprobaciones iniciales y para empezar a calibrar los instrumentos de a bordo con el objetivo de que el Sentinel-3B entre en servicio en unos cinco meses.
Sobre los océanos, mide la temperatura, el color y la altura de la superficie del mar, así como el espesor del hielo marino. Estas mediciones se utilizan, por ejemplo, para vigilar los cambios en el clima de la Tierra y para aplicaciones más prácticas, como la contaminación marina. Sobre tierra, monitoriza incendios forestales, obtiene información acerca de la forma en que se usa la tierra, verifica la salud de la vegetación y mide la altura de ríos y lagos.
El Sentinel-3B es el séptimo satélite del programa Copérnico puesto en órbita en los últimos cuatro años. Se une a los Sentinel-1A y 1B, 2A y 2B, el ya mencionado Sentinel-3A y 5P
Sala de control de Copérnico en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales
El programa Copérnico es una red de vigilancia medioambiental que mantiene bajo observación la superficie de la Tierra, los océanos, y la atmósfera con el objetivo de poder contribuir a la toma de decisiones ambientales y de seguridad y que da acceso público a toda la información que recoge