Por @Wicho — 24 de diciembre de 2024

La sonda sobre un fondo de llamas y destellos brillantes que representan la corona del Sol. La imagen muestra detalles de la sonda, como sus paneles solares y estructura
Impresión artística de la sonda dentro de la atmósfera del Sol – NASA

Según los cálculos de la NASA hoy a las 12:53, hora peninsular española (UTC +1), la sonda Parker Solar Probe (PSP) de la agencia está pasando a tan sólo 6,1 millones de kilómetros de la superficie del Sol. Es la distancia mínima de su órbita actual y a la que apuntaba cuando fue lanzada el 13 de agosto de 2018. Nunca hasta ahora habíamos hecho pasar ninguna sonda tan cerca de nuestra estrella ni a tanta profundidad dentro de su corona, la capa exterior de su atmósfera.

Pero a pesar de lo que se ha dicho en algunos sitios no es la primera vez que la PSP se sumerge en la atmósfera del Sol. La primera vez que sucedió eso fue el 28 de abril de 2021. Ese día los instrumentos de a bordo detectaron las condiciones que indicaban que por fin, a 13 millones de kilómetros de la superficie, la sonda estaba dentro de la corona. En aquellos momentos el perihelio de las órbitas era de 11,1 millones de kilómetros.

Si todo va según lo previsto a lo largo de 2025 hará otras cuatro pasadas más a 6,1 millones de kilómetros, ya que el periodo actual de su órbita es de 88 días. Y si sobrevive a estas cinco zambullidas en las profundidades de la atmósfera del Sol es casi seguro que la NASA prorrogará la misión.

Aunque por ahora tendremos que esperar al día 27, que es cuando la sonda se habrá separado lo suficiente del Sol como para poder enviar un ping a casa diciendo que todo está bien a bordo. Y luego aún habrá que esperar semanas para que los datos que haya recogido lleguen al control de la misión. Porque el Sol es una enorme y potentísima fuente de señales de radio en todas las frecuencias que hacen imposible que ninguna señal de la PSP llegue a tierra cuando están tan próximos. De hecho desde el pasado día 21 no hay comunicación con ella por el mismo motivo.

El por qué de esta tardanza en llegar a destino, a pesar de que el Sol está a tan sólo 150 millones de kilómetros de nosotros es que en el momento de su lanzamiento la sonda compartía su velocidad alrededor del Sol con la Tierra. Y de no perderla la única opción sería entrar en una órbita altamente elíptica alrededor de nuestra estrella, con un periodo de años, al estilo de un cometa. En general hace falta 55 veces más energía para llegar al Sol que a Marte. Y no disponemos de ningún cohete capaz de hacer esa maniobra de frenado.

Una órbita como esa no sería óptima para nada porque haría que la sonda estuviera mucho tiempo alejada del Sol, con lo que no podría usar sus instrumentos para estudiarlo con el detalle preciso, lo que a su vez haría que un porcentaje muy alto de la vida útil de la sonda se gastara en no hacer nada.

Pero aunque no tengamos un cohete lo suficientemente potente afortunadamente tenemos ahí a Venus. Por eso la PSP ha llevado a cabo siete sobrevuelos del planeta desde su lanzamiento hasta el pasado 2 de noviembre, fecha en el que tuvo lugar el último. Pero a diferencia de lo que es habitual en estos casos, que es utilizar la gravedad de un planeta para acelerar, su trayectoria estaba calculada para perder velocidad en cada sobrevuelo.

Por cierto que hablando de velocidad la de la PSP cuando pasa por el perihelio es de 670.000 kilómetros por hora, la más alta que haya alcanzado nunca ninguna sonda.

Lo de la velocidad le viene bien porque la temperatura de la corona, que es la capa exterior de la atmósfera del Sol, está entre uno y dos millones de grados. Así que hay que pasar rápido por allí para que no se tueste. Aunque para ello cuenta también con un impresionantemente eficaz escudo térmico de compuestos de carbono que con tan sólo 11,4 centímetros de grosor consigue que los aproximadamente 1.400 grados Celsius de su cara expuesta al Sol se queden en tan sólo 30 del otro lado. Para los paneles solares, que no quedan completamente a la sombra del escudo, monta un sistema de refrigeración por agua. Como un coche cualquiera, vaya.

También ayuda que la densidad de la corona es unos mil millones de veces inferior a la de la atmósfera terrestre al nivel del mar, con lo que el calor tampoco tiene fácil transmitirse a la PSP. Salvando todas las distancias, es como si metes la mano en un horno encendido –niños, no hagáis esto en casa– evitando tocar las paredes: podrás tenerla allí unos instantes sin quemarte.

Pero tan cerca del Solo no sólo el calor es un problema: el entorno de radiación es también muy duro, y para eso es más complicado proteger la sonda sin montar unos escudos pesadísimos. Escudos que irían en detrimento de su carga útil. Y que aún así tampoco servirían para mucho. Recuerda que estamos hablando de acercarse hasta seis millones de la superficie del Sol.

La Parker Solar Probe y sus instrumentos están diseñados para que nos proporcionen información más detallada que nunca sobre nuestro Sol, cuyo estado llega a afectar a la Tierra y a otros astros. Está estudiando cómo se mueven la energía y el calor a través de la atmósfera del Sol y lo que acelera el viento solar y las partículas de energía solar.

La esperanza es que con los datos que obtengamos gracias a ella podremos entender mejor el clima espacial y protegernos mejor contra él; no hay que olvidar que el viento solar afecta a la magnetosfera terrestre.

El nombre de la sonda es un homenaje a Eugene Newman Parker, el astrofísico estadounidense que en la década de los 50 predijo la existencia del viento solar y la forma que tendría el campo magnético del Sol en el sistema solar exterior, hoy conocida como espiral de Parker. También propuso, pero ya en 1987, que la elevadísima temperatura de la corona solar –entre uno y dos millones de grados cuando la superficie del Sol «apenas» está a unos 5.500– puede ser producida por innumerables fulguraciones solares en miniatura. Es la primera vez en la historia de la NASA que una misión recibe el nombre de alguien todavía vivo en el momento de su lanzamiento.

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