El primer lanzamiento del año de SpaceX fue el del satélite Zuma, una misión clasificada para el gobierno de los Estados Unidos; probablemente algún tipo de satélite espía.
Pero a las pocas horas del lanzamiento comenzaron los rumores de que Zuma, fuera lo que fuera, se había perdido. SpaceX, a través de su presidenta Gwynne Shotwel, se apresuró a asegurar que el Falcon 9 que lo había lanzado funcionó perfectamente y que tenían la telemetría para demostrarlo.
Esta afirmación cobra ahora más fuerza ya que el teniente general John Thompson, comandante del Centro de Sistemas Espaciales y Misiles, ha dicho que basándose en los datos disponibles no hay nada que lleve a tener que revisar la certificación de SpaceX para hacer lanzamientos militares para las Fuerzas Aéreas.
Esto deja menos posibilidades, básicamente que haya fallado el adaptador que unía Zuma a la segunda etapa del Falcon 9 y que tenía que haberse encargado de la separación entre ambos o que Zuma haya fallado por un problema interno, dos posibilidades que complican las cosas para Northrop Grumman, la empresa que fabricó el adaptador y el satélite.