Por Nacho Palou — 6 de abril de 2010

Embalse de Rosarito
f/8 y 1/125 seg. midiendo a unos 90 grados sobre el horizonte.

Una de las formas de medir la luz que más utilizo en espacios abiertos es la de tomar los valores de la exposición en el cielo y no apuntando la cámara a ninguna parte concreta de la escena.

Es decir, giro la cámara dirigiendo el objetivo hacia el cielo -pero no hacia el sol- ajusto en modo manual (o el que se quiera) hasta que el exposímetro indica que la exposición es correcta -o ligeramente sobreexpuesta según el gusto y las técnicas de procesado de cada uno- y manteniendo la exposición vuelvo a dirigir la cámara a la escena ignorando las siguientes indicaciones del exposímetro.

Tablas de Daimiel
f/6.3 y 1/160 seg. midiendo a unos 90 grados sobre el horizonte.

Este método tiene para mí dos grandes ventajas: no hay que preocuparse de dónde medir la luz en cada escena y mientras que la luz no cambie radicalmente no hay casi que preocuparse de la exposición, aunque conviene no perder de vista el histograma y activar el aviso de luces altas.

Además, aparte de que no recuerdo ninguna ocasión en la que este método me haya fallado se logran imágenes muy uniformes en cuanto a luz y colores.

Este método lo explica perfectamente Bryan Peterson en su libro Los Secretos de la Exposición Fotográfica, uno de los mejores, más útiles y más accesibles que he leído sobre este tema -la palabra "histograma" ni aparece-, y es válido para casi todo tipo de situaciones, incluyendo el atardecer, el amanecer y cuando hay reflejos marcados en el agua o en el mar.

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