Tirar un par de fotos del muro del Palacio de Buckingham durante el pasado puente de San Isidro porque le recordaba directamente al de un campo de concentración le costó un rato desagradable a Alberto R. M., quien vio como de repente le rodeaban cinco policías que no hacían otra cosa que preguntarle por qué había tenido la ocurrencia de hacer tal cosa.
Esos cinco policías en seguida se vieron apoyados por otros cinco que llegaron en una furgoneta, y el susto ya fue mayúsculo para Alberto y el amigo que le acompañaba cuando el jefe del grupo les comunica que les va a aplicar la ley antiterorista Terrorism Act, section 44.2.
Durante la hora que los tuvieron retenidos fueron sometidos a un exhaustivo cacheo y las fotos de su cámara fueron concienzudamente escrutadas hasta que una foto de la noria London Eye, una de las atracciones turísticas más fotografiadas de la ciudad, se le cruzó al citado jefe del grupo, que por lo visto insistía una y otra vez en dcirles «¿Por qué, por qué? Está mal, es malo».
Finalmente, tras cotejar sus datos con algunas bases de datos -probablemente las mismas o parecidas a las que probablemente hacen que se le impida volar a niños de cinco años o a senadores de los Estados Unidos- les dejaron ir sin más que unas meras disculpas.
La duda que le queda a Alberto es si este incidente quedará registrado de algún modo en alguna de esas bases de datos y los problemas que le podría suponer en el futuro si esto fuera así; el convencimiento por mi parte es que esta actitud por parte de la policía nunca va a servir para detener a ningún terrorista sino sólo para molestar a ciudadanos inocentes.
Conviene no olvidar que la policía Metropolitana de Londres es la que hace unos meses lanzaba la ridícula campaña que entre otros usaba el eslogan «Miles de personas toman fotografías cada día. ¿Qué pasa si una parece rara?».
(Vía La Voz de Galicia.)
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