Por @Alvy — 13 de enero de 2006
Cuando Dios quiso destruir la torre de Babel, no le lanzó un rayo o provocó un terremoto, le bastó con provocar la desorganización confundiendo los idiomas en que hablaban. Y es que, como siempre, cuando cada uno habla de sus cosas en una reunión, cuando nadie quiere entender al otro, las cosas no funcionan.
Snowcrash (Neal Stephenson, 1992) | vía