Por @Alvy — 26 de marzo de 2012

Lgtv

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Desde hace tiempo sabemos que el algunos países hay más televisiones que personas en los hogares: el tótem familiar por excelencia ha pasado de ocupar un único lugar prominente a estar desperdigado en varias encarnaciones por las habitaciones secundarias, dormitorios, la cocina… Rezagado últimamente por tecnologías como la TDT o las pantallas conectadas a un ordenador y convertidas en «algo parecido a la televisión», han hecho que el antiguo y casi místico ritual de «cambiar de televisión» sea cada vez más frecuente.

Y es que, con los precios a los que se mueven los nuevos modelos, es casi imposible no dejarse tentar por una pantalla más grande, con más definición, más… loquesea y aprovechar la coyuntura para llevar la vieja tele del salón a algún otro lugar de la casa.

Lo que antiguamente era una de las más caras compras del hogar, un aparato de muchos cientos o incluso miles de euros al que había que estirar su vida útil cuando menos un lustro ha pasado casi a ser un «aparatito de conveniencia». ¿Por qué no puede reemplazarse el tótem con la misma frecuencia que un teléfono móvil, tal vez cada dos o tres años? ¿O incluso con cada nueva temporada?

Los analistas han estado dándole vueltas a este tema desde hace tiempo y parece claro que el famoso «ciclo de puesta al día» de las televisiones –como sucedió con los ordenadores o los teléfonos móviles– sigue acortándose a pasos agigantados. Entre las razones están sin duda los precios, pero también sucede que las televisiones ya no son solo televisiones: son aparatos que hacen más cosas y los queremos para hacer esas nuevas cosas y no tanto para ver la televisión como antes. De hecho, el concepto ver la televisión –bloques de anuncios incluidos– sea probablemente la experiencia más frustrante que pueda haber hoy en día, teniendo delante una pantalla en la que experimentar con cualquier tipo de contenido, incluyendo películas en 3-D, series, videojuegos, videoconferencia y «contenidos fresquitos» disponibles en Internet.

En los tiempos que corren se ven anuncios de televisores de 55 pulgadas por menos de 800 euros; dicen que la barrera de los 1.000 ya está prácticamente rota. Y ya son comunes modelos de 60 y hasta 80 pulgadas: el único inconveniente es que mucha gente ni siquiera tiene un salón tan grande en el que meter un chisme de esos. Las pantallas de 42 y menos pulgadas parecen casi de juguetes al lado de esas bestias de lomo plano de la electrónica de consumo.

Entre las nuevas tecnologías que queremos incorporadas en nuestra pantalla está la conexión en red local o cableados adecuados para poder enviarle películas o conectar el ordenador y ver cualquier cosa que bajemos de Internet; alguna de las aplicaciones (o plataformas de aplicaciones) que llevan tiempo dando vueltas, especialmente YouTube, y si posible el ubicuo Twitter o el clásico «disco duro grabador», con guía de programación decente, para no perderse nada.

Lo interesante es que cualquiera de estas razones, individualmente, podría querernos hacer cambiar de aparato: y no tanto por la pantalla en sí, sino por esos «complementos». Lo mismo sucederá cuando Google TV desembarque con fuerza con un producto decente o Apple haga otro tanto. ¿Habrá gente que enviará su tele actual al otro barrio sólo porque moda diga que lo que se lleva es la «tele de Apple»? Seguro.

Por otro lado, la transición a la TDT –infumable donde las haya– ya se ha completado a pesar de las incomodidades, y aunque todavía no se le saque todo el partido. Otras tecnologías complementarias como la nueva HbbTV, que convierte las emisiones en las TV con conexión a Internet en «interactivas» –botones sobre la imagen, dependientes de la emisión– ya están adoptándose como estándar. Entre otras lo utilizan las televisiones nacionales de Francia y Alemania y en España RTVE lo tiene en pruebas; también Telecinco está en en ello. ¿Si pudieras jugar al Pasapalabra o al Atrapa un millón desde casa, pero dependieras de que tu televisor incorporara una de estas tecnologías, no sería una razón más para desear el cambio?

Este año 2012 es toda una incógnita en España sobre lo que sucederá en este sector del mercado de consumo: por un lado hay eventos con los que tradicionalmente la gente aprovecha para «cambiar la tele», como son los Juegos Olímpicos de verano. Por otro está la crisis, a la que se enfrentan millones de personas que siguen viendo el tótem del salón como un objeto de lujo, cuando en realidad casi, casi, es más barato que el móvil que llevan en sus bolsillos o la tableta que aspiran a comprarse.

Mi regla para estos casos es sencilla: repasa el año anterior y piensa en dónde pasaste más tiempo en tu hogar al cabo del día. Haciendo una «mejora» ahí es donde probablemente más partido le saques. Hay para quien la mejor inversión sería un nuevo ordenador o una buena silla; para otros un buen mando de ducha, o quizá un sofá para la terraza… Pero para la mayoría, sin duda… ¡tele nueva!

{Foto: LG 84" 3D UDTV (CC) LG @ Flickr}

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