Por @Wicho — 25 de noviembre de 2009

Los lectores de libros electrónicos seguramente van a ser uno de los regalos estrella de las próximas Navidades, pero las condiciones de venta de los textos que se leen en ellos pueden convertirlos en un regalo envenenado. Estamos más que acostumbrados a que, cuando adquirimos un libro en papel en una librería de las de toda la vida, ese libro pasa a ser de nuestra propiedad y podemos prestarlo a quien nos parezca, regalarlo o venderlo si así nos place.

Pero en el caso de los libros electrónicos en realidad la cosa es muy distinta, aunque quizá no sea fácil verlo, porque nunca nos leemos las condiciones de licencia que aceptamos al comprar los que vienen protegidos con sistemas de gestión de derechos digitales (DRM, en sus siglas en inglés).

Y es que no estamos comprando el libro en sí, sino una licencia para usarlo, licencia que puede ser revocada unilateralmente por el vendedor, como sucedió este verano cuando Amazon decidió borrar cierta edición de 1984 de George Orwell —qué apropiado— de los Kindle de sus clientes porque al parecer el vendedor lo estaba vendiendo sin contar con los permisos adecuados.

Así, los compradores de esta edición se encontraron con que, sin posibilidad de evitarlo, ese libro y las anotaciones que pudieran haber hecho sobre él desaparecían de sus Kindle, aunque más tarde Amazon reconoció haberse equivocado al adoptar esta medida y se lo «devolvió».

Campo minado
Quienes se decidan por el Nook, el lector de libros electrónicos de Barnes & Noble, comprobarán que, si bien es posible prestar un libro electrónico a otro usuario de Nook por un período de dos semanas —si la editorial decide permitirlo—, esto solo se puede hacer en una única ocasión por cada título, y no en una sola ocasión a la vez, sino en una única ocasión para siempre.

Incluso en el caso de Sony, que ha dicho que pretende facilitar la vida en la medida de lo posible a los usuarios de sus lectores de libros electrónicos y dejarles usar el contenido en tantos dispositivos como quieran, la titularidad de la licencia sigue siendo del comprador original, que no podría regalar este libro electrónico aunque así lo deseara.

Todo esto es una especie de campo minado en el que más bien pronto que tarde los primeros usuarios de lectores de libros electrónicos acabarán por adentrarse y del que sin duda saldrán escaldados, lo que puede ser una importante barrera para la adopción de estos dispositivos, mucho más allá que cualquier barrera tecnológica.

{ Publicado originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos habitualmente }

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