Por @Wicho — 12 de enero de 2025

Por fin he podido ver el vídeo en el que Shank Mods, un apasionado de las consolas, en especial de las más antiguas, relata la increíble secuencia de casualidades que permitieron rescatar de su destrucción el probablemente único ejemplar que queda de la tele de tubo más grande del mundo.

En la década de los 80 del siglo XX Sony era lo máximo en el campo del entretenimiento audiovisual. Y lo sabían. Como fruto de ello y de lo que seguramente un «sujétame el cubata» épico sacaron al mercado la PVM-4300, conocida como KX-45ED1 en Japón.

La Sony PVM-4300 era un pedazo de bicho de gama alta con un tubo Trinitron de 43 pulgadas que pesaba 200 kilos más otros 77 del soporte. Hoy en día 43 pulgadas nos pueden parecer hasta pocos.

Pero para una televisión de tubo eran una auténtica barbaridad, aunque sólo sea porque la presión que tenía que soportar el tubo, sellado al vacío, crece exponencialmente con su tamaño.

El PVM-4300 salió a la venta en 1989 a un precio de 40.000 dólares, precio que ajustado a la inflación serían unos 100.000 dólares, unos 97.500 euros.

Con ese precio era un producto más de prestigio que para el mercado de consumo, así que no vendieron demasiados ejemplares. De hecho hasta no hace mucho había dudas de que realmente hubiera salido al mercado y que no hubiera sido más que una maniobra de relaciones públicas de Sony pues aparte del material publicitario de la empresa sólo se conocían dos fotos de la tele en cuestión en el MundoReal™.

Hasta que un día Shank Mods recibió un mensaje de un amigo que le decía que había conseguido averiguar dónde estaba hecha una de las fotos en cuestión: el restaurante Chikuma Soba en Osaka, situado en la segunda planta de una fábrica de noodles.

La descripción
La foto en cuestión – vía moveofsunday

Shank consiguió comprobar que efectivamente la foto había sido tomada en ese restaurante. Pero para su horror descubrió que no sólo iba a cerrar en tres días sino que además era porque se mudaban porque el edificio ya no cumplía las normas e iba a ser demolido.

Desesperado, y tras ver que ninguno de sus contactos en Japón podía llegar a tiempo, terminó por pedir ayuda en Twitter a ver si alguien podía acercarse por el restaurante a ver si la tele aún seguí allí. Y aquí apareció Abebe Tinari, que resultó que vive a unos 45 minutos de allí. Pero sólo pudo pasarse por el Chikuma Soba el último día en el que estaba abierto.

Abibi pudo comprobar no sólo que la tele seguía allí sino que el dueño le confirmó que estaba buscando la forma de deshacerse de él. Aunque eso tenía que pasar en dos semanas, que era el tiempo que quedaba antes de que el edificio fuera demolido y el KX-45ED1 con él si nadie lo sacaba de allí.

Con lo que empezó una carrera contra reloj para encontrar una empresa que pudiera encargarse de la logística –recuerda que hablamos de una tele de 200 kilos y su soporte de 77– y conseguir financiación para todo ello, que según Shank salió por el precio de un coche usado.

Una historia muy curiosa acerca de un cacharro impresionante que probablemente puede ser considerado ¡el culmen del desarrollo de los televisores de tubo. Que, por cierto, Shank Mods explica al principio lo que son porque supone, creo que acertadamente, que buena parte de quienes vayan a ver el vídeo, no tendrán muy claro lo que es eso.

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Por @Wicho — 9 de enero de 2025

La descripción
El InkPoster de 28,5 pulgadas en el MundoReal™ - PocketBook

Hace años que he desistido de intentar seguir mínimamente el CES por la cantidad de productos que se presentan en él. Pero en la edición de 2025 hay un producto que me ha llamado mucho la atención, el PocketBook InkPoster™. El fabricante lo define como «el primer póster de ePaper digital a color del mundo.» Pero a mí me parece una solución que por fin podría sacar del olvido todas esas fotos en formato digital que duermen medio olvidadas en nuestros discos duros y memoria de los móviles sin que nunca las veamos.

Sí, es algo que se puede hacer con una tablet o un ordenador viejos. O incluso con una Raspbery Pi y un monitor. Pero todas esas soluciones necesitan alimentación y por ende al menos un cable, lo que complica –al menos estéticamente– lo de colgarlos en una pared.

Pero sin embargo el InkPoster, al utilizar tinta electrónica, funciona con una batería recargable interna que le da hasta un año de autonomía entre cargas. Las imágenes a mostrar se le envían desde una aplicación para móvil, sí que no hace falta tocarlo para cambiar lo que muestra.

Hay tres tamaños: 31,5, 28,5 y 13,3 pulgadas. Las medidas en centímetros, incluidos el paspartú blanco y el marco de aluminio negro son de 59,9×93,47×2.45; 70,92×88,37×2,45; y 33,72×41,2×2,45 cm. Sus resoluciones respectivas son de 2.560×1.440 , 2.160×3.060 y 1.200×1.600 puntos lo que se traduce en 94, 131, y 150 puntos por pulgada, lo que en principio parece más que suficiente teniendo en cuenta que, especialmente en el caso de los dos más grandes, no vas a mirarlos de cerca. El de 31,5 pulgadas tiene formato 16:9; los otros dos son 3:4. Se pueden colocar tanto en vertical como en horizontal.

En cualquier caso lo importante es la fidelidad en la reproducción de las imágenes. Para ello utilizan pantallas E Ink Spectra™ 6 que prometen 60.000 colores. Claro que la prueba del algodón estaría en poder ver esas pantallas en directo.

El modelo de 28,5 pulgadas incorpora además una placa base IGZO de Sharp, lo que le da una mayor velocidad de refresco que a los otros dos modelos. Aunque no se muy bien para qué. ¿Quizás si lo usas para mostrar información que se vaya refrescando con más o menos rapidez?

Todavía no hay anunciada una fecha de disponibilidad, aunque casi mejor para poder ir ahorrando, ya que no son dispositivos precisamente baratos: el de 13,3 pulgadas sale por 599 dólares; el de 31,5 se va ya a los 1,700; y el de 28,5 con su frecuencia de refresco acelerada ni más ni menos que a los 2.400. Que habría que ver cómo se traducen a euros, claro.

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Por @Wicho — 7 de enero de 2025

Nick de Projects in Flight se autodefine como un nerd, un empollón. Como tal tiene intereses quizás un tanto peculiares. Uno de ellos es la microscopía, lo que le ha llevado a conseguir que le dieran un microscopio electrónico de barrido estropeado… ¡Y a conseguir ponerlo en marcha en su casa!

Esta historia comienza cuando le compraron su primer microscopio mientras estaba en primaria. Luego, ya en en instituto, ahorró para comprarse uno mejor, que aún usa. Y ya en la universidad consiguió un trabajo de becario durante un tiempo en un laboratorio en el que utilizaban un microscopio electrónico de barrido, SEM por sus siglas en inglés.

Un microscopio electrónico de barrido consigue ver detalles que un microscopio de luz visible simplemente se incapaz de ver porque, explicado un poco grosso modo, la luz no interactúa con objetos tan pequeños. Para ello usa electrones, que tienen una longitud de onda mucho menor, y en el caso de un SEM, lo que hace es ir desplazando el haz de electrones línea a línea por el objeto a observar. Un poco al estilo de las viejas televisiones de tubo en las que un haz de electrones iba pintando las imágenes, aunque en este caso el microscopio es capaz de leer los que vuelven rebotados del objeto en estudio y de construir con ellos una imagen visible.

Son cacharros que cuestan cientos de miles de euros. Pero Nick se dio cuenta de que según va avanzando la tecnología iban apareciendo en el mercado microscopios ya en desuso porque habían sido sustituidos por otros más modernos. Así que se puso a buscar uno que pudiera permitirse y que le cupiera en casa. O más bien en el garaje, supongo.

Y después de unos diez años de búsqueda dio con un JEOL JSM-5200 que tenía las ventajas de pesar unos 360 kilos y tener el tamaño de una mesa, lo que son un peso y un tamaño pequeños para un cacharro de estos. Lo malo es que no funcionaba. Así que Nick le dijo a los dueños que no le interesaba. Pero que si al final no conseguían que nadie lo comprara y decidían deshacerse de él que lo llamaran.

Lo que sucedió unos seis meses después.

Así que de repente Nick se encontró con un JEOL JSM-5200 junto con un montón de manuales y esquemas en su casa. Armado con eso y después de leer un montón sobre cómo funcionan estos cacharros y después de encontrar en línea a otras dos personas que estaban intentando poner en marcha sendos JSM-5200 comenzó la tarea de intentar devolverlo a la vida.

Lo primero que encontró fue un fusible fundido… Sólo que por supuesto la cosa no fue tan sencilla como cambiarlo. Nick tuvo que aplicar sus habilidades a la parte eléctrica del microscopio, a las bombas de vacío que necesita para funcionar, e incluso con un refrigerador que es necesario para que las bombas funcionen correctamente.

Pero con paciencia y perseverancia al final ha conseguido que el microscopio vuelva a funcionar. Y aunque aún le quedan algunos detalles que repasar con la electrónica del cacharro para mejorar un poco la calidad de la imagen no deja de ser todo un logro que haya llegado hasta ahí.

(Gracias, Gali).

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Por @Wicho — 28 de diciembre de 2024

Ilustración en el estilo de una postal navideña en la que sale un cargador USB-C azul con la bandera de la UE dentro de una caja de regaloDesde hoy, 28 de diciembre de 2024, y no es una broma de los Santos Inocentes, el cargador USB-C se convierte en el estándar obligatorio en la Unión Europea para casi toda la cacharrada electrónica.

Esto incluye teléfonos móviles, cámaras digitales, cascos y audífonos, consolas de videojuegos manuales, altavoces portátiles, libros electrónicos, teclados, micrófonos y sistemas de navegación portátiles.

Pero todavía no relojes inteligentes o pulseras o anillos de actividad. Ni tampoco a los ordenadores portátiles, que tienen hasta el 28 de abril de 2026 para adaptarse a la nueva directiva europea.

La directiva también estandariza los requisitos de carga rápida, lo que permitirá a los usuarios cargar los distintos dispositivos a la misma velocidad con cualquier cargador compatible.

La idea es, por una parte, facilitar la vida a los consumidores, y por otra reducir la cantidad de basura electrónica que se genera. Y es que todos tenemos cajas llenas de cargadores que ya no usamos pero que guardamos por si acaso. Por no hablar de regletas de enchufes repletas de cargadores distintos para los diferentes dispositivos que utilizamos a diario.

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