¿Somos siempre mejores que los ordenadores juzgando ciertas situaciones o las máquinas pueden llegar a desarrollar «soluciones ingeniosas» para ciertos problemas a partir del aprendizaje automático? Este era uno de los comentarios sumamente interesantes de la mesa redonda sobre inteligencia del Memorial Isaac Asimov. Ahora por casualidad encontré un artículo de hace unos años en KurzweilAI con un estupendo ejemplo práctico (Can you out-think a computer in judging photos?)
La tarea en cuestión es una de las aplicaciones típicas de la IA en estos días: reconocer gracias a un algoritmo y a aprendizaje automático cuál puede ser la tasa de criminalidad de un barrio, su demografía económica o el clima de la zona. Tan solo se necesitan miles de fotos y un algoritmo bien diseñado y entrenado.
Lo que hicieron unos investigadores del MIT fue crear primero un juego que consistía en «encontrar un McDonald’s» utilizando Google Street View. Se puede jugar aquí y basta usar las teclas para navegar por las calles:
Se puede encontrar un McDonald’s en unas pocas decenas de saltos, aunque parezca difícil. Los seres humanos tenemos esa capacidad –llámase habilidad o instinto– surgida a partir de la experiencia: buscar calles muy concurridas, seguir los coches, visitar zonas con otros restaurantes cerca. Normalmente las personas superan a los ordenadores en esta tarea.
Luego los investigadores crearon otra variante, en la que simplemente se usaban dos fotos. La tarea entonces era elegir cuál de las dos fotos mostraba un lugar que estaba más cerca de un McDonald’s. Y aquí es donde los algoritmos comenzaron a ganar a los humanos. Requirió entrenarlos con unos 8 millones de fotografías.
Examinando los resultados en detalle extrajeron algunas de esas «soluciones ingeniosas»: el algoritmo «descubrió» que en los lugares que suelen indicar la presencia de McDonald’s suele haber taxis, coches de policía y (curiosamente) prisiones. También que entre el tipo de lugares que no suelen estar cerca de las hamburgueserías destacan detalles como la arena de playa, los puentes en suspensión y los acantilados, entre otros. Los caminos de los algoritmos son a veces insondables.