Por @Alvy — 25 de abril de 2022

The Cities of Tomorrow

Estaba revisando esta galería de imágenes de «Ciudades del futuro» que republicó Popular Science allá por 1920 y asombrándome con algunos de los detalles, como los helicópteros personales que reemplazan a los coches o los «aeródromos en lo alto de los rascacielos». Esa maravillosa doble página que da para póster es obra de Harvey W. Corbett, un arquitecto que la tituló La Ciudad Maravillosa que quizá usted viva para ver que profetizaba 1950. La revista habla de rascacielos de 800 metros de altura y de «cuatro capas subterráneas» para evitar la congestión del tráfico.

Resulta curiosa resulta la idea de organizar esa ciudad subterránea por capas en las que circulan coches y trenes sin problemas de contaminación. ¿Quizá porque a principios de siglo todavía se consideraba que los coches eléctricos con cero emisiones podían ser la mejor opción? Los trenes subterráneos, desde luego, aparecen marcados como «trenes eléctricos» y también hay «tubos para el transporte de mercancías» (¿una premonición de los túneles de The Boring Company?)

The Cities of Tomorrow

Mi parte favorita es sin duda la dedicada a las Ciudades-cavernas, auténticos complejos subterráneos con todo lo que puede necesitar la gente para vivir en una especie de ciudad de las profundidades. ¡Cuántas de esas habré dibujado yo de pequeñito en grandes hojas A3 cuadriculadas!

Excavadas en la roca y con más de dos mil metros de profundidad, por los que discurrirían ascensores a alta velocidad, en las ciudades de la ilustración pueden verse no sólo viviendas sino también calles, áreas comerciales, canchas de tenis y hasta campos de deporte. En la parte superior: hangares, sistemas de tránsito, piscinas y todo tipo de amenidades. Si lo piensas, es como construir un gigantesco rascacielos y enterrarlo, o algo parecido.

Esta alocada idea de 1934 se debe al profesor Philip B. Buck de la Universidad de Columbia, quien curiosamente aparece en el dibujo en la parte inferior izquierda probando un «simulador de presión» consistente en una centrifugadora a escala en la que se probaban diferentes materiales y estructuras para comprobar su resistencia a más de 1.000 metros de roca sobre estas fascinantes construcciones.

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