Por @Alvy — 8 de julio de 2015

Hoy en día casi todos son digitales, pero… Hubo un tiempo que en que los proyectores de películas eran mecánicos. Gracias a un sinfín de mecanismos a cual más ingenioso conseguían crear la ilusión del movimiento manteniendo el tiempo preciso cada fotograma en la pantalla, moviéndolos de forma acompasada y precisa, tal y como cuenta «Engineer Guy» en este vídeo.

Los fotogramas van pasando por el crono (rodillo) tras el obturador y son proyectados a un ritmo constante desde la torreta (donde están las lentes ampliadoras). La frecuencia elegida en las proyecciones estándar es de 24 fotogramas por segundo – lo cual es otra compleja historia en sí misma. Todo esto incluye los diversos mecanismos para evitar el flickering o parpadeo y otros efectos indeseados.

Otra cuestión interesante es el sonido: la banda de audio corre paralela a la de las imágenes en la cinta; un sensor fotográfico lee la cantidad de luz que pasa y genera el sonido acorde con su amplitud. En cierto modo es como simplemente «ver» la onda sonora y generar un tono de sonido idéntico – analógicamente, claro. Como hay cierta distancia y una diferencia de unos 26 fotogramas entre el lugar de la máquina en que se proyecta la imagen y se lee el sonido la banda sonora ha de correr «desplazada» respecto a los fotogramas de la película, algo que ya va incluido en la película física.

Todo el mecanismo se mantiene perfectamente sincronizado gracias a un solo eje, de ahí su doble belleza: la de los mágicos resultados que produce y la de la ingeniería que lo hace funcionar.

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