A Joseph White de Lexaloffle se le ocurrió que la gran idea de codificar pequeños juegos que ocupan 32 KB en forma de códigos QR, utilizando varios si fuera necesario (con 11 suele bastar). Es una complicación totalmente innecesaria, por supuesto (el archivo PNG para esos códigos ocupa 188 KB, seis veces más) pero resulta original y simpático, además de que se puede incluir una imagen del juego y también imprimir para guardar para la posteridad o repartir en folletos o en cualquier fanzine o revista.
Estos juegos funcionan en la PICO-8, una consola de fantasía que no es física sino que corre sobre Windows, Mac, Linux y Raspberry Pi, pero con el aspecto pixelado y rudo de las consolas de 8 bits más retro que puedas imaginar. La gracia de la PICO-8 es que es más bien una comunidad donde aprender, compartir y desarrollar las habilidades artísticas y de programación, más que de crear juegos «punteros» o convencionales.
Definitivamente no hay que buscarle el sentido a los códigos, son un ejemplo solucionismo tecnológico que puede tener su encaje en un mundillo en el que la forma de presentar las cosas es casi o tanto más importante que lo que hacen. En este caso, una colección de páginas impresas con cientos de juegos con su código completo, pantallazos y carátulas para hojear y simplemente apuntar-y-cargar.
(¡Gracias por la pista, @Manuti!)
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