Por @Wicho — 2 de agosto de 2023

Una tumba con vistasAlan Turing: El pionero de la era de la información. Por Peter Ross. Prólogo de José Manuel Sánchez Ron. Turner (22 de diciembre de 2020). 344 páginas. Traducción de Cristina Núñez Pereira. En inglés: aquí.

En enero de 1937 Alan Turing publicaba un trabajo titulado Sobre los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem. En él atacaba un problema matemático extremadamente teórico –el Entscheidungsproblem del título– que para el resto de la humanidad es de más que dudosa aplicación en nuestras vidas normales. Pero en ese trabajo utilizaba un constructo teórico que más tarde sería conocido como la máquina de Turing que es el germen de todos los ordenadores modernos. Y eso sí que ha cambiado nuestras vidas.

Este libro sigue la vida –a gruesas pinceladas– y el trabajo –con mucho más detalle– de Turing desde poco antes de la publicación del citado trabajo hasta su muerte en circunstancias nunca del todo aclaradas en 1954.

Turing fue una de las personas responsables del éxito de Bletchley Park a la hora de descifrar las comunicaciones secretas de las fuerzas armadas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que la habilidad por parte de los aliados de interceptar ese tráfico contribuyó a acortar la guerra en un par de años salvando de paso millones de vidas.

Durante su tiempo en Bletchley Park diseñó la Bomba criptográfica, un dispositivo electromecánico que ayudaba a decodificar los mensajes cifrados con la máquina Enigma. Y contribuyó al diseño lógico del Colossus, el primer ordenador electrónico del mundo, aunque no era un ordenador de propósito general sino que estaba concebido exclusivamente para ayudar a descifrar los mensajes codificados con las máquinas Lorenz SZ 40 y SZ 42.

Terminada la guerra, Turing se puso a trabajar en el Laboratorio Nacional de Física (NPL) en el diseño del ACE (Automatic Computing Engine), un ordenador electrónico de propósito general que se derivaba de su máquina teórica. De no ser porque las relaciones interpersonales no eran su fuerte –ni el de algunos de los responsables que le rodeaban– el suyo podría haber sido el primer ordenador en ejecutar un programa almacenado en su memoria. Pero le ganó el equipo del Manchester Baby, que usando sus ideas aunque no su diseño consiguió ejecutar el primer programa en el Baby meses antes de que un prototipo del ACE lo hiciera.

Fueron años muy interesantes en el campo de la informática en el Reino Unido; de hecho el primer ordenador moderno –moderno conceptualmente, no por nuestros estándares actuales– fue británico; igual que lo fue el primer ordenador comercial del mundo fue británico.

Pero Turing no estaba sólo interesado en construir ordenadores; sus inquietudes iban mucho más allá e incluían lo que hoy conocemos como inteligencia artificial y vida artificial y temas como la inteligencia y la conciencia. Se preguntaba, por ejemplo, si cuando consiguiéramos crear una inteligencia artificial podrían gustarle las fresas.

Este libro, como decía, es un repaso bastante profundo a los logros –y fracasos– profesionales de Turing, e incluye no sólo aquellas cosas en las que trabajó directamente sino también aquellas en las que sus ideas sirvieron de inspiración, algo que la historia de la tecnología no siempre recoge adecuadamente. Al menos no en opinión del autor, que claramente es del team Turing.

Pero discrepo con la editorial cuando dice que esta es la biografía más completa de uno de los grandes científicos del siglo XX. En mi opinión le falta mucho, pero mucho, de Turing como persona mucho más compleja de lo que sus manías y tics de las que habla este libro podrían sugerir. En ese sentido creo que Alan Turing: The Enigma de Andrew Hodges es una biografía mucho más completa. Solo que, si no me equivoco, no está disponible en español.

En cualquier caso Alan Turing: El pionero de la era de la información me ha parecido un libro más que recomendable para profundizar en la relevancia de Turing en nuestras vidas cotidianas. Me ha gustado mucho, además, que el autor insista en darle crédito a otras figuras medio olvidadas de la historia de la informática como Tommy Flowers, por ejemplo, el ingeniero que diseñó y puso a andar los Colossus.

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