Por @Wicho — 31 de enero de 2007

Crimes Against Logic por Jamie WhyteCrimes Against Logic. 3 estrellas: interesante, pero un poco falto de ejemplos Jamie Whyte. McGraw-Hill Contemporary, 26 de octubre de 2004. ISBN: 0071446435. Inglés.

Todos los días nos tenemos que enfrentar a un montón de argumentos, propuestas, afirmaciones, estadísticas y discusiones, ya sea en persona o a través de los medios de comunicación, que intentan convencernos de algo o vendernos una idea, aunque a menudo sea a partir de razonamientos equivocados o interpretaciones erróneas de los datos… y si no que se lo cuenten a Josu de Malaprensa.

En este libro Jamie Whyte va repasando los principales trucos que se utilizan y errores que se cometen en estos casos, ya sea de forma consciente o no, que sin entrar en muchos detalles son:

  1. Tengo derecho a tener mi propia opinión: Sí, por supuesto, pero eso no quiere decir que tengas razón ni que el invocar ese derecho te haga ganar una discusión.
  2. Pero es que tiene motivos para decir tal cosa: De nuevo sí, claro, puede que un político tenga como objetivo ganar unas elecciones y que eso sea motivo suficiente para que haga ciertas declaraciones o para que proponga algo, pero el que tenga esos motivos no hace que lo que dice o propone sea automáticamente erróneo.
  3. Porque yo lo digo: Vale, pero, ¿quién eres para decirlo? ¿Te imaginas a un participante de Gran Hermano opinando sobre economía? ¿O a un político sobre literatura? El que seas famoso no te da la razón, ni tampoco la tiene porque tener la gente cuando se trata escoger algo por votación popular. El que la gente tenga autoridad para escoger a sus representantes políticos no quiere decir que los escojan bien.
  4. Disfrazar tus prejuicios con misterios, fe, «ciencia esotérica» y cosas similares, como por ejemplo en el caso de la homeopatía.
  5. Hacer callar a tu contrario siendo maleducado, diciéndole que no puede hablar (por ejemplo decir que un gordo no puede decir a otra persona que está gorda), diciéndole que sus argumentos son aburridos (aunque sean correctos) o, por supuesto, mencionando a Hitler y los nazis, lo que sería algo así como la ley de Godwin del MundoReal™.
  6. Usar palabras vacías que no quieren decir nada pero que suenan impresionantes cuando las pones todas juntas, en especial si es un tema medianamente técnico en el que puedes colar la jerga apropiada. También entra en esta categoría el uso de palabras que califican lo que dices de tal modo que digas lo que digas podrías haber tenido razón, el uso de palabras y conceptos que todo el mundo defendería como la justicia, aunque no signifiquen lo mismo para todos, o el de las comillas para intentar desacreditar las palabras de otro e implicar así que hay algo raro en ellas aunque nunca llegues a especificarlo.
  7. Utilizar argumentos inconsistentes, ya sea de manera obvia o disfrazados mediante generalizaciones o ideas raras como la reencarnación, astrología, numerología y similares… o simplemente obviando las inconsistencias, algo con lo que mucha gente parece poder vivir sin mayor problema.
  8. Cambiar el significado de las palabras según las vas usando para adaptarlas a tus argumentos.
  9. La petición de principio, en la que incluyes la conclusión que quieres demostrar en las premisas de tu argumentación.
  10. No querer reconocer las coincidencias como tales y asumir que hay otras cosas en acción como una intervención divina o una supuesta habilidad por parte de una persona.
  11. El uso de estadísticas mal interpretadas o mal planteadas.
  12. Recurrir a la moralidad en la línea de decir que lo que es malo es necesariamente falso, que lo que es beneficioso es verdadero, o que los oprimidos y aquellos que tienen que soportar situaciones injustas o que les llevan a estar en desventaja frente a otros tienen siempre la razón.
El libro no está mal y se lee rápido, ya que son sólo unas 150 páginas, aunque le pondría dos pegas:
  • Por una parte, al autor es a veces demasiado estricto en su interpretación de las palabras, como por ejemplo en el primer capítulo del libro, en el que asume que el que alguien diga que tiene derecho a sus opiniones es porque esta persona piensa que este derecho hace que su opinión sea cierta, aunque quizás esto tenga que ver con algún matiz de la palabra inglesa que el utiliza, entitled. En mi opinión, cuando alguien recurre a eso de que tiene derecho a sus opiniones simplemente quiere decir algo así como «déjame en paz, digas lo que digas yo voy a seguir manteniendo mi opinión al respecto». Creo que esta tendencia o manía hace que algunos de sus argumentos vayan un poco cogidos por los pelos.
  • Por otra parte, el libro está escaso de ejemplos del MundoReal™, que habrían ayudado bastante más a los lectores a entender las cosas que los casos de Jack y Jill que usa el autor (los usa como los famosos Alice y Bob de los ejemplos de criptografía).
Finalmente, aunque esto no es un problema del libro en sí sino del tipo de libro que es, el autor está probablemente escribiendo para conversos, con lo que me parece realmente difícil que quienes hacen uso de todas estas trampas lleguen a leer y mucho menos a aplicar un texto como este, lo mismo que los de la colección ¡Vaya Timo! que ya hemos ido reseñando en los últimos meses.

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