Escaping Gravity: My Quest to Transform NASA and Launch a New Space Age. Por Lori Garver. Diversion Books (21 de junio de 2022). 412 páginas. Inglés.
Lori Garver fue subdirectora de la NASA de 2009 a 2013. Mientras ocupó ese puesto fue una de las personas encargadas de poner en marcha el Programa de Tripulaciones Comerciales, gracias al que la NASA hoy en día puede enviar tripulaciones a la Estación Espacial Internacional (EEI) a bordo de las Crew Dragon de SpaceX. Y, esperemos que en un futuro no muy lejano, a bordo de la Starliner de Boeing. Pero aunque hoy se muestre encantada con ello y haya mucha gente colgándose medallas, su director actual incluido, la agencia no quería esto. Ni con mucho. Hubo, al menos según lo que se puede leer en este libro, poco menos que arrastrarla a ello.
Modernizar la NASA era uno de los objetivos del presidente Obama. Lori Garver, quien fue asesora del candidato Obama en temas relacionados con el espacio, fue en quien recayó la tarea como sudbirectora de la agencia durante el primer mandato del presidente Obama. Tendría que haber recaído sobre Charlie Bolden, el director de la agencia nombrado por Obama.
Pero, y este es uno de los grandes temas del libro, Bolden no estaba realmente por la labor; le interesaba mucho más mantener el statu quo que beneficiaba a la industria aeroespacial tradicional, a políticas y políticos en cuyos distritos la NASA se dejaba montones de dinero en contratos, y a muchos colegas suyos en el cuerpo de astronautas o en los lobbies de la industria. Aunque no sólo era Bolden el que se mostraba reacio; la inmensa mayoría de las personas –fundamentalmente señores blancos– que ocupaban los más altos cargos de la burocracia de la agencia tampoco estaban por la labor. A menudo se refiere al conjunto que forman como a un cono de helado que se come a sí mismo.
Un ejemplo rampante de esto es, cuando ya estaba cancelado el cohete Ares 1 del programa Constelación, el Congreso obligó a terminar de construir una plataforma de pruebas para sus motores con un coste de 500 millones de dólares. Plataforma que nunca llegó a ser utilizada.
Otro es el empeño de seguir adelante con la construcción del cohete SLS, carísimo y difícilmente justificable. En especial cuando hay proyectos de empresas privadas como SpaceX o Blue Origin que pueden ofrecer prestaciones similares a una fracción del coste.
De hecho el congreso intentó varias veces cargarse el Programa de Tripulaciones Comerciales. Y si en última instancia no lo consiguió fue porque Garver y su equipo fueron consiguiendo esquivar todas las trampas y palos en las ruedas que les fueron poniendo. También ayudó, y mucho, el éxito de SpaceX con las Dragon de carga: demostró que una empresa privada –y además una recién llegada– era capaz de ser mucho más ágil y barata que las de toda la vida. Los dinosaurios, como les llama Garver.
El libro no es para nada un libro técnico; ella misma es la primera en reconocer que no tiene formación técnica. Pero tiene una visión –que en realidad coincide con la ley que supuestamente rige el funcionamiento de la NASA desde hace años– de tener un sector espacial pujante en los Estados Unidos en el que la NASA no compita con la iniciativa privada sino que innove. Pero con sentido. Otra de las críticas que hace es que la agencia no planifica las cosas en función de lo que tiene interés científico o técnico sino en función de lo que le permite mantener su estructura.
No hay que olvidar tampoco que el libro presenta la historia desde un sólo punto de vista. Pero desde luego es un testimonio revelador de cómo están las cosas. Hace que parezca poco menos que un milagro que, de vez en cuando, alguna cosa salga bien en la NASA.
La parte final del libro, escrito ya después de que SpaceX lanzara sus primeras misiones tripuladas hacia la EEI, incluye también duras críticas sobre la falta de inclusión en la agencia y en la industria –y ahí también les da a Elon Musk y Jeff Besos, por ejemplo– tanto en lo que respecta a género como raza.
Pero, en resumen, es una reveladora perspectiva de cómo funcionan la agencia y la parte más tradicional del complejo industrial aeroespacial y armamentístico estadounidenses.